Lletra menuda: La estética del dinero ocasional

Una imagen de la Plaça de Alaró en un día de mercado.

Una imagen de la Plaça de Alaró en un día de mercado. / DM

Llorenç Riera

Llorenç Riera

Lluvia de millones. Las calles de la mayoría de pueblos de Mallorca se pondrán más bonitas y accesibles. Llegan los fondos Next Generation y sería una temeridad desaprovecharlos. Una oportunidad antes que un avance o financiación seria que en algunos casos será útil de verdad y en otras derivará en mero despilfarro.

Es así porque tras las bambalinas de las grandes subvenciones europeas, al igual que se acostumbra a hacer con casi todas las aportaciones estatales, se esconde el escenario más inhóspito y real de la deficiente financiación municipal.

«Ahora hay dinero para eso y vamos a aprovecharlo». La frase se ha convertido en una constante en los ayuntamientos, otra cosa es que convenga habilitar el parque subvencionado y que después, en algunos casos, derivará en abandono. Pero que la gente vea que se hacen cosas y se acepta el dinero, es un decir, caído del cielo.

Las subvenciones supramunicipales están dirigidas desde los organismos que las otorgan. Lógico y hasta exigible que se controle el buen uso finalista de la transferencia concedida, pero de ahí a que Bruselas deba acabar decidiendo si se cambia el césped del campo de fútbol de Alaró o si las obras ejecutadas en la calle Sant Salvador de Felanitx están bien, va un largo trámite, un intervencionismo efectivo que no parece consecuente y deja a los ayuntamientos a la intemperie de políticas ajenas. Por supuesto, también les resta capacidad de maniobra y decisión. La administración local no siempre es la más próxima. Al menos en sus decisiones y trabajo normalizado.

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