Lletra menuda

Navegar entre demanda universal y privilegios

Llorenç Riera

Llorenç Riera

La saturación que vuelve a verter Mallorca en el conjunto de su litoral tiene capacidad suficiente para presentar un vestido diferente cada día. La manifestación desplegada el domingo por los navegantes de la zona nos vuelve a llevar hoy a Formentor, donde las limitaciones de acceso no se limitan a la vía terrestre del faro. Dicen los navegantes que surcar las aguas de la bahía es hacerlo sorteando boyas de privilegio y sobre un caladero de recaudación para la Administración. Basan su protesta en el hecho de que se hayan instalado lugares de fondeo de pago más allá del área de protección de la posidonia, estableciendo con ello la veda de boyas de libre fondeo en la arena, cuando toda la vida había sido práctica común en las aguas de Formentor y lo sigue siendo en la mayoría de la costa mallorquina. Entre circulación restringida en la carretera, aparcamiento municipal de explotación privada o boyas de cobro oportunista, la península de Formentor ha sido obligada a dotar de doble cara a su conocida exclusividad. Ya no es solo la incuestionable singularidad de los valores naturales y paisajísticos, ahora es también la exclusividad de usos a partir de intereses y preferencias muy diferentes que llegan a volverse incompatibles entre sí alimentados con sobredemanda. Evidentemente, esta segunda exclusividad es peyorativa. En el caso concreto de los navegantes, sus demandas y los argumentos que exhiben invitan a la reconsideración de las medidas adoptadas sobre el uso de boyas de fondeos. El mar está abierto a todos. Cierto que su explotación y tránsito debe estar regulado, sobre todo en litoral de alta ocupación, pero también es bueno tener en cuenta y respetar las tradiciones de uso y las costumbres propias del lugar. Es el equilibrio de la convivencia.

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