Lletra menuda

La sequía de la política de la estética

Llorenç Riera

Llorenç Riera

El modo de gestión del agua es uno de los exponentes más diáfanos de la política de improvisación y abandono que pesa sobre casi todo aquello que no se aprecia a simple vista como infraestructura pública pero resulta imprescindible.

Las pérdidas de agua en las redes comunitarias y los nitratos que contiene el líquido en la mayoría de poblaciones, no son detectables dando un paseo o tomando un refresco. La política de la estética fácil que se decanta por el edificio a inaugurar o la escultura del melón que explota por calor con contenido vergonzante, gana de calle al mantenimiento eficaz, responsable y discreto. Las restricciones de agua llegan al Migjorn. La alcaldesa de Campos emite un bando con el que parece derivar la falta de potabilidad sobre los vecinos. Advertidos están, si abusan del agua indigna de la red, allá ellos, ningún mea culpa ni compromiso documentado de solución.

En Manacor también saben mucho de ello, por eso los avances parciales de ahora les parecen agua bendita.

El presidente de la Federación de Municipios, Antoni Salas, se felicita de que, por fin, se podrá detectar de forma telemática la localización de las pérdidas en la red pública.

Es como si la primera prueba diagnóstica parcial comportara ya el alta del enfermo que se sigue desangrando. La anarquía del uso del agua es una verdadera sangría en la Mallorca en prealerta por sequía en avance y cambio climático de mal pronóstico agravado por la presión humana acelerada.

Así estamos en la isla que se vanagloria de disponer de los mejores servicios turísticos y comienza a entrenar a sus residentes para la sed, las restricciones y el consumo enfrentado a la calidad. La interconexión integral está lejos. De momento, estética puntual.

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