Pensar, compartir... | El negocio de las renovables. Cuidado, por favor

Paisaje fotovoltaico.

Paisaje fotovoltaico. / DM

Àngels Fermoselle Paterna

Àngels Fermoselle Paterna

La implantación anárquica de plantas fotovoltaicas en el territorio limitado de Mallorca está provocando problemas individuales y colectivos. Si nos centramos en Palma, grandes explotaciones amenazan la armonía de las inmediaciones de Puntiró, son Sardina, sa Garriga y Son Español. También de la Platja de Palma.

La prisa por cumplir con los plazos de descarbonización sería el motivo de fondo que mueve a la Administración a facilitar la transformación de los usos del suelo, permitiendo de repente que el terreno rústico se transforme en suelo industrial.

Si nos hemos pasado la vida advirtiendo, desde hace ya 40 años, sobre el peligro del cambio climático propiciado por la actividad humana y del calentamiento global del planeta —conservo unos estupendos cuentos infantiles de los años 80 con los que explicaba el tema a mis hijas—, cómo podemos ahora decir que el negocio de las renovables es un peligro y que cuidadito con el tema... Reconozco que es difícil, pero no hay más remedio que hacerlo.

Nadie en su sano juicio cuestiona la necesidad de un cambio en el sistema de producción de energía hacia maneras menos contaminantes que además permita algo más de autonomía territorial. Las sospechas, las alarmas y las preocupaciones llegan cuando se ve que detrás de todo ello hay mucho dinero que ganar.

Las leyes y normativas se van en cierta manera improvisando para facilitar la colocación de miles de enormes placas solares en extensiones de terreno agrícola. Lo mismo sirve el Covid como las puntuales crisis económicas para que Europa ponga a disposición de ese fin dinero a raudales y que los responsables autonómicos y locales relajen las exigencias en materia de impacto ambiental y de ordenación territorial.

La inseguridad de la ciudadanía es una realidad y la gente, al ver amenazado el entorno paisajístico de sus barrios o viviendas aisladas de manera tan repentina, se organiza como puede y manifiesta su oposición.

Pero hasta ahora, aparte de quienes están personalmente afectados, no hay una conciencia general sobre los importantes aspectos negativos que puede provocar extender paneles solares a conveniencia de los inversores. Así que cuidado, por favor.

Diríamos que tiene buena prensa la idea de poner placas solares y reducir el consumo del petróleo. Y es lógico porque algo hay que hacer, aunque tenga impactos negativos, dice la mayoría, y tienen razón hasta cierto punto. El lenguaje ya se ha encargado de dulcificar el asunto hablando de parques o huertas solares en lugar de explotaciones industriales. Y el capital extranjero, mientras tanto, va preparando su agosto.

Hive I y Hive II se llaman los parques fotovoltaicos que ya se están tramitando y que quieren colocar en Puntiró. Casi 200.000 paneles solares de golpe para lo que solicitan al Consell la declaración de proyecto estratégico.

Hay gente que le ha visto las orejas al lobo y ya preparan alguna movilización, recogida de firmas... Habrá quien duerma mal y la ansiedad le esté perturbando la salud.

Que el movimiento ecologista local comparta la preocupación por cómo se está gestionando la implantación de las renovables ya es un síntoma claro de que las cosas no se hacen bien.

Hoy las alarmas están encendidas en Puntiró, otro día en Son Serra, más adelante en Sant Jordi... No podemos ir a salto de mata.

Hay que planificar y decidir dónde y cómo queremos los puntos de nueva generación de energía, de qué tamaño, cómo preservar el suelo agrícola y establecer medidas que favorezcan los límites, porque la energía quizás sea ilimitada, pero el suelo no.

Y sobre todo hay que evitar al máximo los impactos paisajísticos negativos.

Porque... ¿Qué precio tiene el paisaje? O mejor dicho, ¿tiene precio?

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