Atemorizados por los okupas en Pere Garau: «Nos amargan la vida»

Vecinos del número seis de la calle Francesc Pi i Margall denuncian violencia, alcohol y drogas en un piso en el que también viven menores: «Se pelean en casa y acaban pegándose en la calle, beben alcohol y se ponen muy violentos»

Atemorizados por los okupas en Pere Garau

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

Silencio entre los vecinos que entran y salen del portal número seis de la calle Francesc Pi i Margall, en Pere Garau. Ninguno quiere hablar con nombres y apellidos de la «pesadilla» que viven desde hace por lo menos cuatro años, desde que unos conflictivos okupas se instalaron en uno de los pisos de este edificio. Hablan de peleas, gritos, suciedad en las zonas comunes, ruidos y música hasta altas horas de la madrugada, además de insultos e incluso amenazas de muerte. Los que acceden a comentarlo con este diario piden permanecer en el anonimato: «Nosotros ya no tenemos miedo, pero tenemos familia», expresan.

«No pagan luz, comunidad ni derramas, y han pinchado el agua de otro piso. Se pelean en casa y acaban pegándose en la calle, beben alcohol y se ponen muy violentos», explica uno de los vecinos. «En los últimos meses es cierto que ha venido más la Policía y creo que los están investigando», asegura el residente de este edificio, que en su día albergó un antiguo bingo que lleva cerrado muchos años.

Según comenta, se instalaron en la vivienda poco antes de la pandemia de la covid y dejaron de pagar el alquiler. A su vez, el propietario del piso, señalan los vecinos, también dejó de pagar la hipoteca y, finalmente, el inmueble acabó en manos de un fondo buitre. En tanto que no se resuelve la situación, los okupas continúan provocando conflictos «a diario», comenta otro residente: «Ha llegado a generar problemas entre los propios vecinos, porque la convivencia así es muy difícil», lamenta.

Después de que se instalara en un principio una pareja, a lo largo del tiempo han llegado a pasar decenas de okupas por la vivienda, la mayoría familiares de estas dos personas. En la actualidad, advierten los vecinos, allí viven por lo menos dos menores: «Es alarmante que crezcan en un entorno así, con drogas, alcohol y violencia», dice una vecina. En este piso, asegura, se ha llegado a practicar la prostitución.

Sin embargo, el día que atemorizó a todo el edificio fue cuando uno de los okupas —según sospechan todos los vecinos y la propia Policía, que le detuvo despuésincendió de forma intencionada una batería de contenedores causando grandes daños en varios coches y en la fachada del edificio a mediados de diciembre. «A partir de ese día me cuesta dormir. No sé de lo que son capaces», insiste uno de los vecinos, que ha llegado a sufrir estrés, ansiedad y contracturas musculares a raíz de estos sucesos. «Hay que dar soluciones más rápidas que eviten estos problemas», sugiere.

La Policía ha ido en muchas ocasiones, pero los conflictos persisten y la convivencia es «cada vez peor», hasta el punto de interponer denuncias contra los okupas para tratar de zanjar el problema: «Hemos intentado hablar con ellos, pero no hay manera. Son demasiado problemáticos y no son conscientes del daño que pueden llegar a hacer».

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