RESTAURACIÓN

Estas son las zonas más caras y más baratas para tomar una caña o un café en Palma

Las terrazas se convierten en un entretenimiento exclusivo para turistas y residentes con poder adquisitivo en las zonas cercanas al mar y al Casc Antic de la ciudad

Las terrazas del Portitxolson las más caras para consumir. |

Las terrazas del Portitxolson las más caras para consumir. | / MANU MIELNIEZUK

Pere Morell

¿Cuáles son las terrazas de bares más baratas de Palma? Diario de Mallorca ha hecho un trabajo de campo para resolver de una vez por todas la gran pregunta que atormenta a la inmensa mayoría de llonguets. Un estudio empírico con una muestra de más de diez bares de distintas zonas de la ciudad, comparando los precios de los dos reyes indiscutibles del terraceo nacional: el cortado y la caña.

Las diferencias no son mínimas: desde los 6,50 euros que cuestan la caña y el cortado en la zona del Portixol hasta los 3,30 euros en el barrio residencial de Nuredduna.

El precio del cortado en las terrazas cercanas al mar y al Casc Antic está entre los 2 y los 2,5 euros. Un coste que se antoja excesivo en comparación con el mismo producto en barrios populares y residenciales: 1,40 euros.

En cambio, el precio de la caña sufre muchos vaivenes. En los barrios humildes no supera los 2 euros, pero en las zonas turísticas su precio puede llegar a ser muy dispar dentro del mismo enclave. Un ejemplo es el barrio de Santa Catalina, donde según la suerte que se tenga una caña puede costar entre 2,60 y 3,60 euros.

Sin embargo, donde no cabe duda es dónde se encuentran las terrazas más caras: El Portixol.

En este exclusivo emplazamiento encontramos una mezcla de turistas y mallorquines de toda la vida con bolsillos profundos. Las cañas son raquíticas y cuestan 4,00 euros, mientras que el cortado cuenta al menos con una presentación que compensa su precio de 2,50 euros. Al cliente se le obsequia con un bonito caramelo o una galleta para que no reflexione sobre lo que se está gastando y se centre en las vistas.

Una de las sorpresas en este estudio se encuentra en la antigua barriada marinera que rodea la Llotja. Los numerosos bares de esta zona son algunos de los máximos beneficiarios del turismo de cruceros, ya que ante el fabuloso edificio se agrupan los pasajeros después de bajar del barco.

Al contrario de lo que se podría pensar, las terrazas de la Llotja son las más económicas de la Palma turística. Con un precio de 5 euros sumando la caña y el cortado, solo son igualadas por las terrazas de la plaza Major. Sin embargo, la gran mayoría de los clientes son extranjeros, ya que el sexto sentido que tienen los mallorquines para evitar los bares turísticos los alejan de esta zona.

La gran mayoría de los residentes consideran que «el Born es la zona más cara de Palma». Se equivocan por poco, puesto que la zona más cara es el Portixol. No obstante, el Born puede presumir de obtener la plata en cuanto a altos precios.

Las luces, los grandes letreros, los músicos callejeros... Todo lo que rodea al Born es un enorme cepo donde engatusar a los incautos extranjeros que vienen a pasar unos románticos días en Mallorca.

En estos lugares la gran concentración turística provoca situaciones delirantes. La camarera de un bar del paseo se desenvuelve con un perfecto nivel de inglés y alemán. Pero ante un «teniu diaris?», se siente totalmente desorientada por el extraño lenguaje nativo del cliente y tiene que pedir que por favor que se le repita la pregunta en castellano.

«El Born es una trampa turística», revela Marco González mientras se toma un café en un bar del paseo. Aquí el precio de la caña llega hasta los 3,80 euros.

Y unos metros marcan la diferencia. En algunos bares suben los precios casi un 30% si en vez de consumir dentro del local se hace en la terraza. Este suceso no es exclusivo del Born, también sucede en la plaza Major, donde tomar algo en la terraza es sinónimo de tener un caché alto.

Estas son las zonas más caras y más baratas para tomar una caña o un café en Palma

Estas son las zonas más caras y más baratas para tomar una caña o un café en Palma / DM

Gentrificación

El fenómeno peninsular del terrazeo no ha podido llegar a Palma y un gran culpable es la gentrificación que sufren las zonas turísticas.

La plaza des Coll podría ser como las de Santander, Sevilla o cualquier otra ciudad española: llenas de gente local tomando cañas y tapas durante toda la tarde. No obstante, aquí el panorama es totalmente diferente; solo se escuchan lenguas anglosajonas y entre las latinas no se incluye el catalán. Los precios para turistas de las terrazas espantan a los palmesanos. Aquí se llega a poner la caña a 3,30 euros, llevándose el bronce en cuanto a la cerveza más cara. No obstante, la plaza des Coll puede presumir de tener el cortado más barato del Casc Antic: 2 euros.

«Más de dos euros y pico no me gastaría en una caña», explica Miquel Hernández, un vecino de la zona. «Con estos precios se elimina la vida de barrio y simplemente vivimos como sirvientes del turismo», sentencia.

El oasis en este infierno de altos precios se encuentra en los barrios residenciales de Nuredduna y Blanquerna, sitios multiculturales donde se mezclan las familias mallorquinas con las inmigrantes. La caña no supera los 2 euros y el cortado tiene un precio de 1,40 euros.

Son bares muy familiares, con pocos camareros, donde pueden llegar a poner tapas.

Estos sitios representan el estereotipo de bar español, con sus máquinas tragaperras, las fotografías de equipo de fútbol y la televisión, con las noticias o partidos en todo momento.

Todo símbolo de limpieza, modernidad, tradición, cultura o belleza son motivos para que los bares dupliquen el precio de su carta. Así, paradójicamente, los únicos sitios sin precios prohibitivos donde puede acudir la gente de a pie son los más anodinos en apariencia, pero con más alma en su interior.

Hubo un punto en la historia donde los hosteleros mallorquines cruzaron el Rubicón en su turistificación y desterraron a sus clientes habituales, que al quedarse huérfanos tuvieron que buscar alternativas en otros barrios. Dicen que cuando una historia de amor termina, un idioma muere con él. Qué duro es que los lenguajes mueran cuando aún hay belleza en ellos.