Opinión | Desde el siglo XX

Se desata la euforia en el ‘antisanchismo’: el presidente sigue

La galaxia que es contenedor del conglomerado de quienes se la tienen jurada al presidente del Gobierno se sienten reconfortados: Pedro Sánchez seguirá aglutinándolos

Pedro Sánchez, el lunes

Pedro Sánchez, el lunes / EP / Moncloa

Que el clima político es bastante irrespirable supone constatación innecesaria; si hay que buscar culpables se hallarán según el entendimiento de cada cual, que en eso en nada se diferencian las Españas de lo que viene sucediendo en las democracias liberales, asediadas desde el exterior por las dictaduras de toda laya y condición (Rusia, China...), en sus entrañas por los populismos de extrema derecha, que cabalgan en la Unión Europea y Estados Unidos, y por una izquierda radical, también populista, incapaz de acomodarse a la realidad del mundo de hoy. Eso es así. Como lo es que se ha descendido en la degradación a la agresión dialéctica personal; elevemos preces a los dioses para que no se llegue a la física, a fin de que no cobre otra vez vigencia lo que Mariano José de Larra dejó para la posteridad: «Aquí yace media España; murió de la otra media». Fue en el Día de Difuntos de 1836. Lo leyó en una lápida del Congreso de los Diputados. Transcurrió todo un siglo antes de que en plenitud se hiciera dramática realidad al desencadenarse la más sangrienta de nuestras guerras civiles. No estamos en estas, ni de lejos; conviene no olvidar lo que de tenebroso ha contenido el pasado español.

A la pausa, impostada reflexión, que la pasada semana nos endilgó Pedro Sánchez cuesta hallarle las costuras, cierta lógica; han sido cinco días absurdos, innecesarios, aunque tampoco se ha paralizado el país ni se le ha sometido a tensión insoportable. Sin ir más lejos, desde hoy y hasta el lunes en Madrid no se dará palo al agua. Será cierto que el presidente del Gobierno no se mueve por puro cálculo político, sino que sus decisiones las proyectan los instintos, que, se convendrá, no le han ido mal hasta el momento presente. El acoso judicial a su mujer forma parte del frente antisanchista que, en contra de lo que pueda colegirse, anda eufórico ante su continuidad en La Moncloa; nada aglutina más que el enemigo común. Arengó Aznar: «el que pueda hacer, que haga». Así ha sido: la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que pastorea a su antojo el legionario Manuel Marchena, absuelve al jefe de la seudomafia de Manos Limpias para que, sin solución de continuidad, éste ponga una querella ante un juez escogido con precisión, que, por supuesto, abre diligencias contra Begoña Gómez. Se desencadena el maremágnum que lleva a su marido a embarcarse, así, sin más, en cinco días de reflexión. Estrambótico. Absurdo. Insistamos en que la violencia verbal está firmemente asentada en España. También prácticas deleznables: la policía patriótica, sin ir más lejos, instrumento de los tiempos del ministro Jorge Fernández Díaz, que ahora se las ve con la Justicia, que no ha querido llegar más arriba, hasta Rajoy; al fin y al cabo, en la Judicatura no todo es el juez Juan Carlos Peinado, aunque abunden.

Pero el «autócrata» (descalificación muy querida por el frente antisanchista) se ha equivocado: la suya no ha sido manera de hacer ver a la ciudadanía cuál es la amplitud y profundidad del barrizal de inmundicia política en el que nos hemos sumido. No hay buenos ni malos, pese a que, otra vez según cada cual, unos son más malos y otros más buenos. Sucede que el PP, como casi siempre, ha salido en ayuda del presidente del Gobierno. Feijóo se ve obligado a desbarrar, de grado o por fuerza, para no quedar a la interperie ante la ofensiva de Aznar y Ayuso, no ser arrinconado por Vox. Es su personal drama, que deberá resolver.

También ha resultado grotesca, risible, la congoja, acojono, de los independentistas de Junts y ERC, descompuestos ante la eventualidad de que Sánchez hiciera mutis por el foro. A lo largo de los cinco días de presunta reflexión (todo presunto) han devenido en solícitas monjitas de la caridad arropando al presidente del Gobierno; les han visto las orejas al lobo. Cuando respiran aliviados desencadenan la hostilidades. En las elecciones catalanas pintan bastos para el independentismo.

La política ofrece visión angustiosa. No nos lamentemos en exceso: acontece en la reducida porción del planeta en la que sobrevive la democracia de verdad, la liberal.

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