Opinión

El pesimismo de la generación Z

Varias instituciones, estudiosos y analistas en EE UU llevan a la conclusión de que los votantes de entre los 18 y los 27 años son los más escépticos respecto del gobierno de todas las generaciones vivas anteriores a ellos

La ‘Generación Z’ se engancha a internet y bebe también, como las anteriores

La ‘Generación Z’ se engancha a internet y bebe también, como las anteriores

Se ha establecido que la generación Z está formada por los nacidos a partir de 1997. Con anterioridad, se ubican los millennials, nacidos entre 1981 y 1996, y aún más atrás se sitúan la generación X y los llamados baby boomers. Los jóvenes de nuestros países occidentales no son iguales entre sí pero, por mor de la globalización, hay grandes afinidades entre ellos y no se diferencian demasiado las impresiones subjetivas de los norteamericanos y de los europeos. Pues bien: en las cercanías de las elecciones de noviembre, diversas instituciones, estudiosos y analistas de los Estados Unidos han efectuado varios trabajos de sociología aplicada que llevan a la conclusión de que los votantes de la generación Z (entre los 18 y los 27 años) son los más pesimistas sobre el futuro y los más escépticos respecto del gobierno de todas las generaciones vivas anteriores a ellos.

El asunto no es políticamente irrelevante porque, según la Universidad de Tufts, nada menos que 41 millones de jóvenes de la generación Z podrán votar este año. Tradicionalmente, este sector de población es el más liberal de todo el electorado, pero en esta ocasión su apoyo a Biden es mucho más tibio de lo que fue en ocasiones anteriores, a pesar de que el antagonista republicano Trump sea un peligroso radical que podría llevar el país a la ruina. La organización NORC de la Universidad de Chicago, considerada no partidista, experta en el análisis de las actitudes políticas de los norteamericanos desde los años 70, ha llegado en sus encuestas a la conclusión de que una franja de la generación Z, de entre 18 y 25 años cuando se realizaron los sondeos, registró los niveles más bajos de felicidad y estaba menos inclinada a confiar en los líderes que los miembros de todas las generaciones anteriores cuando tenían la misma edad. Según esta misma fuente, un tercio de los jóvenes de la generación Z se identifica actualmente como conservador, un hecho sin precedentes. Al margen de este estudio, las últimas encuestas demuestran que el argumento de que un voto contra Biden es un voto a favor de Trump no es ya suficiente para garantizar el apoyo de los jóvenes a aquel.

Este visceral pesimismo está probablemente relacionado con la gran pandemia, que interrumpió las vidas ilusionadas de quienes ingresaban en la edad adulta y les entregó una realidad más bien sombría, en la que se amplificaban ciertas tendencias anteriores: aislamiento crónico, falta de interacción social y propensión a pasar muchas horas en línea. Tales jóvenes argumentan ahora que están condenados a vivir peor que las generaciones precedentes, que llegan a la madurez con un mercado inmobiliario impenetrable y que están cargados de deudas estudiantiles que contrajeron para financiar su educación. Los jóvenes de hoy son pesimistas en cuanto a conseguir un trabajo profesional comparable al que desempeñan sus padres; piensan que el sistema está en su contra y exigen reformas revolucionarias en el modelo. Además, la perspectiva de profundos cambios estructurales debidos a la cuestión climática y la irrupción de la inteligencia artificial, que genera inseguridades, se unen a un comportamiento poco inteligible de los poderes públicos. Hoy día, por ejemplo, cunde una gran indignación en ese estrato de edad por una amenaza cierta de que sea prohibido TikTok, debido a sus dudosas conexiones con el espionaje chino. Son muchos millones los jóvenes americanos que se entretienen y se informan a través de esta red social, por lo que la decisión de los legisladores no será en absoluto inocua. Asimismo, la juventud norteamericana se ha irritado profundamente al constatar que sus mayores les han dejado al margen a la hora de limitar los derechos sexuales, y más concretamente el derecho al aborto, en un retorno al puritanismo reaccionario que es muy difícil de explicar. Por último, la dialéctica política que conocían se ha enmarañado con el estallido de guerras que muestran la fragilidad de todos elementos de un mundo globalizado que podría saltar todo él por los aires en cualquier momento y que ponen de manifiesto que el Partido Demócrata ha relajado varios de los principales valores que lo ubicaron al frente del humanismo occidental (la tibieza de Biden frente a la agresividad genocida de Netanyahu, por ejemplo).

Los analistas Andrew Restuccia y Eliza Collins, autores de un trabajo reciente sobre la Generación Z, se han interrogado sobre el realismo de estas quejas juveniles cuando lo cierto es que durante el último año la tasa de desempleo en el primer tramo de edad hasta 20 años ha estado cerca de su nivel más bajo en medio siglo, la deuda estudiantil ha reducido considerablemente su carga, la administración Biden canceló 138.000 millones de dólares en préstamos federales para estudiantes, más personas menores de 35 años que antes de la pandemia son propietarias de una vivienda y los jóvenes han sido los menos afectados por la reciente oleada de inflación. El problema es, pues, más anímico que real, más político y social que económico, ya que la situación presente revela una grave incomunicación intergeneracional entre los sectores emergentes y los instalados, que, de no ser corregida, podría dañar irremediablemente la sutil democracia, mucho más frágil de lo que ciertas elites parecen pensar.

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