Opinión

Preocupante repunte del machismo

Más de 2.000 personas marcharon por Palma en la protesta organizada por el Moviment Feminista.

Más de 2.000 personas marcharon por Palma en la protesta organizada por el Moviment Feminista. / Guillem Bosch

El avance de la mujer en la sociedad y su conquista de derechos y libertades, así como la pujanza del feminismo de los últimos años, ha provocado como reacción un repunte preocupante del machismo, también entre jóvenes y adolescentes, al contrario de lo que cabría esperar. La primera encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas sobre la percepción de igualdad y los estereotipos de género pone de manifiesto que cuatro de cada diez hombres consideran que la igualdad «ha llegado tan lejos» que ahora son ellos los que sufren discriminación. Se trata de un resultado sorprendente, pues refleja una creencia extendida entre una parte de los hombres que contrasta con la tozuda evidencia de que aún queda mucho para alcanzar una igualdad real. La violencia machista, que tiene su manifestación más terrible en los asesinatos de mujeres y niños a manos de hombres que son sus parejas o exparejas, es una realidad innegable, al igual que las cifras alarmantes de agresiones sexuales, cuyo aumento inquieta especialmente porque muchos de los agresores son jóvenes y menores y las cometen en grupo, con una crueldad que emula la del porno duro que consumen desde edades muy tempranas.

Las estadísticas desglosadas por sexos ponen de manifiesto que estamos lejos de lograr la igualdad de facto en otros ámbitos. En el terreno laboral, las mujeres ganan menos que los hombres y son las que mayoritariamente recurren a jornadas reducidas y excedencias porque son las que cargan con el peso de los cuidados de familiares dependientes y obligaciones domésticas, y no encuentran otra vía para conciliar ambas facetas. El sacrificio de su carrera laboral les proporciona menores posibilidades de promoción profesional y finalmente pensiones más bajas. Los puestos directivos y de toma de decisiones están aún copados por hombres y, en la mayoría de las ocasiones, sólo la obligación de cumplir con unas cuotas por sexo puede corregir esta situación, que es otra muestra más de la discriminación de la mujer en la sociedad. Los infundios de la extrema derecha, que ha hecho del antifeminismo y de la negación de la violencia de género una de sus banderas, y la capacidad exponencial que tienen las redes sociales para propagar un discurso misógino que encuentra muchos adeptos entre una parte de los hombres descolocados por el avance de las mujeres, demuestran que no se puede bajar la guardia ni dar por sentado que las conquistas alcanzadas ya no tienen marcha atrás. Los planteamientos de gobernantes radicales e involucionistas en países como Argentina o Hungría, o las reinterpretaciones constitucionales del Tribunal Supremo de Estados Unidos son una llamada de atención más sobre lo frágiles que pueden ser los avances en derechos y libertades conseguidos por las mujeres. Proteger estas conquistas y no dar ni un paso atrás debe ser una prioridad en un país democrático en el que el respeto a los derechos humanos y a la igualdad de las personas es un pilar fundamental. Un feminismo dividido en las marchas reivindicativas del 8M, como hemos visto en Palma, más centrado en las diferencias que en las semejanzas, resulta descorazonador en un momento tan delicado, que exige filas prietas y frente común ante al negacionismo machista.