TRIBUNA

Súper amigable

Quizás haya que buscar algunas fórmulas innovadoras para que los intereses de unos no dejen atrás a otros, esos otros que, por otro lado, cada vez siguen siendo más

Ilustración: Súper amigable

Ilustración: Súper amigable / Ingimage

J. Teresa de Ruz Massanet

J. Teresa de Ruz Massanet

Puede que sea verdad aquello de que «el aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo». Lo que sí parece constatable, y sin recurrir a metáforas que nos dejen tan perplejos, es que algo que aparentemente parece tan inocuo, como cerrar un súper de barrio, puede suponer el fin del bienestar de algunas personas, quizás las más vulnerables.

Cuando la tienda de alimentación de la esquina había dado paso a los llamados súper de proximidad, resulta que ahora se empieza a efectuar el cierre de algunos de estos supermercados para ser substituidos por mega espacios situados en explanadas cercanas o solares vacíos. Comercio tipo nave industrial que no llega aún a ser un hipermercado. Lugares donde la oferta es más amplia, variada o diversificada. Lugares que cuentan con parking para que los monovolúmenes y SUV 7 plazas puedan aparcar y cargar la compra. Lugares donde «ir a pasar la tarde» embutidos en un chándal y gastar. Lugares que en definitiva ya no son de proximidad, porque ya no están ubicados en los bajos de una finca de vecinos y porque los alejan un poco más, donde haya un espacio construible de muchos metros cuadrados.

Me viene ahora el ejemplo del inminente cierre de uno en Palma, de una calle muy conocida que dejará sin súper cercano a toda una manzana de viviendas, en las que como ya es tendencia demográfica, muchas de ellas seguramente estarán habitadas por personas mayores. O el ejemplo del súper ubicado en San Agustín, con sus calles empinadas, me pregunto qué harán para comprar la cesta semanal algunos de sus habitantes, sobre todo los que no tengan coche o incluso parking cerca. La compra online para que te la traigan al domicilio podría ser una solución, pero sabemos que para ello se necesita conexión a internet y algún dispositivo, además de saber acceder. Y también, poder pagar esos euros extras por el porte de la mercancía, los que para la mayoría pueden ser asumibles y no supone mucho, pero hay quien hace la compra con la calculadora del móvil en la mano en la misma tienda física.

La vulnerabilidad de muchos conciudadanos: algunos mayores, personas con movilidad reducida o personas sin recursos, sale a la palestra en circunstancias como esta y convierten la existencia en una auténtica carrera de obstáculos. Se habla mucho de las ciudades amigables, con todo tipo de servicios, equipaciones y espacios para todos sus ciudadanos. Sin embargo, algunos súper llamados de proximidad cierran.

Las empresas siguen sus directrices de rentabilidad y de posicionamiento en el mercado, entre otras. Y es algo legítimo, claro. Pero quizás haya que buscar algunas fórmulas innovadoras para que los intereses de unos no dejen atrás a otros, esos otros que, por otro lado, cada vez siguen siendo más. Quién sabe si el día de mañana, cuando la pirámide demográfica esté totalmente invertida, volvamos impepinablemente a las tiendas de barrio y a los supermercados de proximidad. Apuesto a que estarán estratégicamente colocados antes de que se produzca la necesidad. Seguro que entonces serán súper amigables.