El hombre que plantaba árboles

El árbol como ser vivo son muchas cosas más que una sombra, estos seres nos conectan con nuestros familiares, con nuestros antepasados o con la historia misma

El hombre que plantaba árboles

El hombre que plantaba árboles / Àlex Volney

Àlex Volney

Llevamos más de treinta años recomendando este fabuloso título de este autor Jean Giono que en su momento recuperó, desde Mallorca, el editor José Olañeta. Otras marcas han ido también editando esta breve y bella obra narrativa y continuamos su prescripción más que nunca pues la ampliamos estos días a la clase política que cree estar cambiando el mobiliario. El árbol como ser vivo son muchas cosas más que una sombra, estos seres nos conectan con nuestros familiares, con nuestros antepasados o con la historia misma. De aquí puede que salga ese desenfreno del borrón y cuenta nueva constante y de no dejar crecer ejemplares asentados en nuestra ciudad o en los pueblos. Otra forma de palmar memoria.

Imagino que Giono habrá plantado no pocos árboles a lo largo de su vida escribía José Saramago que tiene clarísimo que un papel tan bello se escribe en la madurez de la vida pues «estamos esperando a Elzéard Bouffier, antes de que sea demasiado tarde para el mundo». J. Giono había nacido el 30 de marzo de 1895 en Manosque, Provenza y dejó este mundo en 1970. Muy apegado a su región llegó a vivir una temporada en Son Sardina, hijo de un zapatero italiano y una chica que trabajaba de planchadora. La Bíblia y Homero marcaron sus inicios y sus insaciables ganas de saber lo llevaron a la curiosa formación que derivó en más de treinta libros escritos.

El pacifismo de este señor le llevó algún quebradero de cabeza. Su obra se lleva a cabo en el campo, en la Provenza, lector de Virgílio acaba participando en la Gran Guerra para más tarde redactar súplicas pacifistas antes de la Segunda Guerra Mundial creando tal nivel de ambigüedad que incluso fue tratado de colaboracionista cuando había sido antinazi. En el momento que este escritor vive en Mallorca el cordón agrícola que envuelve Palma es todavía un referente desde el Pla de Sant Jordi, Na Tesa, Sa Cabaneta/Pòrtol, Marratxinet, Sant Josep del Terme y Son Sardina aunque empezando el declive. Los revolucionarios franceses tenían claro que para mantener el esplendor de las ciudades el cordón verde del campesinado debía exhibir músculo y poder de decisión. Vayan ustedes a dar un vistazo. Hoy en lo que queda de payesía en Europa las gentes que la mantienen, perdiendo cada día, han tenido que ocupar las calles entrando en las capitales. Y la capital de Mallorca es realmente una ciudad encerrada en su necedad y ya no se autoabastece en nada, dio la espalda al mar en su momento, hoy la da a la tierra y con el atenuante que no hay ni un palmesano que no tenga raíz en algún rincón extramuros de nuestra geografía.

El naturalista madrileño Joaquín Araújo sostiene que «si algún día conseguimos un Bosque de bosques también habremos logrado una Humanidad más humana». Como muchos sostiene que el bosque puede sanar, «fármaco prodigioso», acabar con la desertificación y con la fealdad de nuestras ciudades. En Israel convirtiendo trozos de desierto en cultivos gracias al algarrobo, por ejemplo. Cultivar la tan necesaria belleza para la calidad de nuestras vidas. Aceptar como artistas a los creadores de bosques. Lean señores políticos (y allegados) esta hermosa ficción, encontrarán de verdad lo que todavía no conocen y ninguna carrera les ha proporcionado. Les brote la gratitud ante el árbol. Un solo ejemplar es igual a un mundo entero donde caben muchos seres y unos cuantos registros. Cualquier campo que hoy se cultiva fue un bosque roturado. No basta plantar, hay que cuidar con respeto y en cada etapa. Hoy ya todo va junto y los acontecimientos de estos últimos días, movilizaciones incluidas, urgen a parar a los analfabéstias con o sin corbata. La palabra Agricultura es anterior a Cultura. Cualquier inútil con habilidades en la red es escuchado. Una bellota puede ser una bala cargada en el pasado, para el futuro. «Los hombres y las mujeres pueden ser tan eficientes como Dios en ámbitos ajenos a la destrucción».