Los tractores toman las autovías

Los agricultores vuelven a salir con sus tractores y un listado de reivindicaciones más largo que un mes de enero

La tractorada en Mercapalma.

La tractorada en Mercapalma. / B. Ramon

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

Hay una sensación en el agro español de circular siempre por carreteras comarcales, de ser invisible para aquellos que van de ciudad a ciudad, y el trayecto es terreno de nadie. Estos nadies levantan la voz constantemente; lo hicieron en la primavera de 2022, cuando ocuparon Madrid, como si la ciudad no fuera suya, como si la capitalidad del Estado no les representara también a ellos. Vuelven a salir con sus tractores, siempre impresiona más que una manifestación a pie, con un listado de reivindicaciones más largo que un mes de enero. Pero en el fondo, lo que flota es la sensación de ser un sector sin futuro, no solo para sus hijos, sino para ellos mismos. Es difícil encontrar jóvenes que se quieran dedicar al campo, no como jornalero cuando acabas de llegar a este país y es una de las pocas opciones posibles. No hay esperanza en que el reemplazo generacional se haga cargo de las propiedades familiares, de las explotaciones pequeñas que han conformado el cooperativismo agrario. Y cuando una actividad resulta tan poco atractiva para el futuro inmediato llega la desolación: ¿para quién luchar si la deserción es generalizada? Así que no les pidan que no enlentezcan el tráfico, que no se concentren en sitios donde puedan molestar, porque justo lo que quieren es que les escuchemos, y desde los arcenes ordenadamente no lo hacemos.

Reclamar nuestra atención para que volvamos a mirar hacia ellos, que los focos son muchos y nos despistamos con facilidad. Sin campo no hay ciudad, o si el campo no produce la ciudad no come, son versiones de la llamada al reconocimiento como sectores estratégicos de la agricultura y la ganadería. Además de las reivindicaciones económicas o de viabilidad, hay un grito sobre que ellos también son la modernidad. En este futuro de inteligencia artificial, de concentración urbana, de rediseño industrial, ellos existen y sobre todo quieren persistir. Criados en la importancia de mantener y cuidar lo que les ha sido dado, renunciar a esa actividad es renunciar a la identidad de lo que son. Y el peligro no viene tanto del cumplimiento de los Objetivos 2030, cuanto, como en el resto de las cosas, de la concentración de la propiedad en unas pocas manos, y que esas lo hagan además transnacionalmente. Los estados-nación se han visto incapaces de controlar los flujos, y ahora parece que la Unión Europea también se va empequeñeciendo cada vez más ante las grandes potencias mundiales. Está ocurriendo todo a la vez en todas partes, como en esa película sobre el metaverso que se llevó siete Oscars. La marea de fondo es la misma, la vistamos de joven urbano o de agricultor veterano.

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