OPINIÓN

Vox mantea a Prohens

Prohens celebra la crisis de su Govern en Bruselas, porque Puigdemont ha creado escuela. | DIARIO DE MALLORCA

Prohens celebra la crisis de su Govern en Bruselas, porque Puigdemont ha creado escuela. | DIARIO DE MALLORCA / Matías Vallés

Matías Vallés

Matías Vallés

El «asunto interno» de Vox en Balears, la «implosión» diagnosticada ayer por Núñez Feijóo, ha envenenado al Govern. Debe ser casualidad que Marga Prohens celebre el momento más diabólico de su accidentado mandato volando a Bruselas, luego dirán que Puigdemont no ha creado escuela.

La inhibición radical de Prohens no viene enmendada en Palma por Sebastià Sagreras, el firmante del «Acuerdo de PP y Vox para el Gobierno de las Islas Baleares», aquella obra maestra de las alianzas políticas que garantizaba un Govern estable y sobre todo «en solitario». Medio año de inestabilidad galopante «en compañía» culmina ahora en un ejecutivo zarandeado por vendavales que nunca acierta a controlar. Los populares no han de lidiar con un Vox, sino con tres. De momento, porque el fraccionamiento proseguirá inevitable.

La presidenta no saldrá indemne de la autodestrucción acelerada de la ultraderecha moderada. Ahora mismo, Vox mantea a Prohens con más energía que los atletas del Palma Futsal. Y la imaginación del Govern se limitará por lo que se ve a alentar a toda prisa otro homenaje al futbito que distraiga a la audiencia.

Feijóo nunca creyó en Prohens, fue inducido (bonito verbo) a soportarla. Tampoco hoy las tiene todas consigo, pese al formulismo de calificarla como «muy buena presidenta». Resulta equívoco y sugestivo el veredicto gallego de que liquidar el actual Govern sería «un disparate». Curiosa elección del sustantivo.

Los cinco tránsfugas amputadores de Vox han infligido un daño irrecuperable a Balears, que no se recuperará del bombardeo de su estructura autonómica. Cuesta conciliar el patriotismo con la bufonada de liquidar al presidente del Parlament, solo porque a Idoia Ribas se le antoja el cargo.

Ribas es la cofirmante con Sagreras del único Acuerdo autonómico PP/Vox que no incluye conselleries, porque la diputada acudió a la negociación en nombre propio según se ha vuelto a demostrar esta semana. Salió elegida diputada sin un solo voto a su nombre. Por contra y sin salir de su expartido, hubo votantes personalizados a favor de Fulgencio Coll o en contra de Jorge Campos.

Durante la legislatura del sobresalto continuo, en ninguna ocasión ha habido un mallorquín de cualquier orientación política que plantease que «Idoia Ribas debería presidir el Parlament». Sin embargo, su infalible espejo mágico la ha empujado a promocionarse como la única aspirante posible. Ni Vox votaría por la tránsfuga, según demostró ayer mismo al formalizar su expulsión del partido, pero el Reglamento del Parlament avala la cacicada unipersonal.

Ribas se apropió de los votos a Vox para salir diputada. Después de traicionarlos, puede ser presidenta del Parlament con su único sufragio. Aunque la izquierda no la apoyara, aunque se abstuviera el PP, aunque los otros cuatro de la banda confirmaran sus sospechas sobre la frívola aventura en que les ha embarcado su ambiciosa colega, bastaría que se votara ella sola a ella misma para notar en su cogote el frufrú del terciopelo de la silla presidencial. Y recuerde que los mismos letrados que permiten esta barbaridad jurídica han de pronunciarse técnicamente, para asumir la cacicada de la destitución de Gabriel Le Senne. Se han ganado un hueco en el Tribunal Superior.

Tampoco conviene exagerar, Maria Antònia Munar fue presidenta del Parlament. Ahora bien, exigir que el sucesor a la presidencia pertenezca al mismo grupo parlamentario del saliente equivale a consignar que su apellido debe hallarse entre las letras A y M. O que ha de ser zurdo. No olvide que al PSOE le entusiasmaba esta cautela, cuando le garantizaba el cargo. Los trabucaires de Vox han expuesto las miserias del Parlament, en beneficio de una diputada a la que el término de incompetente se le queda corto.

Ni siquiera el torpe PP de Prohens se merece a Ribas al frente del Parlament. El manfutismo de los populares es escalofriante. El desnudamiento de las vergüenzas de Vox no ofrece sorpresas relevantes sobre la naturaleza íntima de esta charanga. Si la presidenta manteada y sin capacidad alguna de decisión no percibe que encomendarse a tránsfugas es más peligroso que las camisetas verdes, no deberá quejarse cuando este delirio le estalle en la cara, como el presunto acosador contratado por Antoni Costa o las intermediaciones inmobiliarias de Marta Vidal. De momento, Vox ha llevado la antidemocracia demasiado lejos. A partir de aquí, la responsabilidad es del PP. O sumisión o redención.

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