Parlament: un necesario debate conceptual

Sería interesante saber hasta qué punto no sería más eficiente temporal y económicamente hablando el encargar leyes y decretos a bufetes de profesionales liberales que a representantes salidos de las urnas

Gabriel Le Senne, de Vox, presidente del Parlament balear en la XI legislatura.

Gabriel Le Senne, de Vox, presidente del Parlament balear en la XI legislatura. / EFE / Cati Cladera

Bernat Jofre i Bonet

Bernat Jofre i Bonet

«Prefiero ganar un 1% del esfuerzo de 100 personas que el 100% de mi propio esfuerzo».

John Davison Rockefeller. (Richford, Nueva York, 1839- Ormond Beach, Florida 1937 ). Pionero de la industria petrolera norteamericana.

Estos días la Cámara autonómica balear ha sido noticia. No por haber sido lugar de una iniciativa singular, beneficiosa para el común de la ciudadanía. Que también haya podido ser, las cosas como sean. Sino porque Sus Señorías han decidido subirse el sueldo. No sería algo noticiable - todos los trabajadores tienen derecho a ello - si no fuera por un detalle: el diferencial de incremento triplica el del cuerpo funcionarial medio. Para que todo el mundo lo entienda: mientras la fuerza salarial pública de a pie verá incrementada en un 2 ‘5% sus ingresos anuales brutos, los diputados y diputadas multiplicarán esa cifra por tres. Llegando al 7 ‘5% de bonificación media.

Desde la Mesa del Parlament se ha aducido que los padres de la comunidad llevaban tres años con el salario base - que no dietas - congelado. Efectivamente, ha sido así. Lo que no se comenta es que, en ese mismo lapso de tiempo, casi todo el país hizo el mismo esfuerzo: el virus COVID-19 y sus nefastas consecuencias. Es más: colectivos que tenían pactados aumentos significativos en sus convenios - trabajadores del Turismo, sin ir más lejos - renunciaron a ellos temporalmente. En cambio, cuando desde diferentes sectores sociales de las Islas se animó a la clase política a hacer un gesto similar, ésta se negó en rotundo. Vía diversas votaciones parlamentarias. Tanto en Plenario como en la Comisión de Presupuestos. Aduciendo «razones técnicas». Las mismas que no han existido para triplicarse el aumento respecto al funcionario de a pie. Juzgue la ciudadanía qué rasero aplica la Mesa, para quién y para qué.

De entrada, no parece muy razonable hablar de dinero con quienes se comportan de tal guisa. Sobre todo si se aplican dos principios económicos muy en boga en escuelas de negocio de medio mundo: el Coste de Oportunidad, por un lado. El Valor de la Competitividad, por el otro. En cuanto al segundo, debemos partir de una premisa: la producción de la Cámara es muy baja. Hablamos de - con suerte, si el año es no electoral - nueve meses hábiles, que no de sesiones. Consultada la web del Parlament, se puede observar que Agosto, Enero y Julio son períodos de nula o muy escasa actividad. En cuanto a Junio y Septiembre, podríamos afirmar que Sus Señorías «calientan motores», para ser elegantes. El trabajo se condensa en unos pocos meses y días, pues figuran como laborables martes, miércoles y jueves. Es decir, lunes, viernes y sábado no existen. Por ello, un electo balear podría estar trabajando en estos momentos 108 días al año como máximo, resultado de multiplicar los señalados 9 meses por unos aproximados 12 días laborables/mes. Siempre y cuando se partiera de la hipótesis de la presencialidad militante del representante político en sede parlamentaria. Con una peculiaridad: se puede tener dedicación no exclusiva y redondear los ingresos con actividades privadas. Que siendo sinceros, es muy difícil saber si una parte de ellas llegan a realizarse dentro de las oficinas parlamentarias. Algo de lo que nadie habla, pero que puede estar ahí, silente e incómodamente asentado en la realidad política balear. Que el lector estime conveniente si alguien con esta agenda y nómina merece un aumento de sueldo.

Respecto al primero de los principios (y si no se tuvieran en cuenta elementos insoslayables como la democracia o la representatividad popular), sería interesante saber hasta qué punto no sería más eficiente temporal y económicamente hablando el encargar leyes y decretos a bufetes de profesionales liberales que a representantes salidos de las urnas. Quienes, a su vez, pueden estar descargando ciertas tareas en despachos y consultoras. El resultado es una más que abultada factura, a pagar por el ciudadano y ciudadana. Como pista, comentar que el promedio de leyes y decretos anuales aprobados en el Parlament se sitúa entre once y doce anuales.

Haría bien el señor Le Senne Presedo en iniciar un debate serio sobre la institución que preside. Que, analizada fríamente, sigue unos protocolos un tanto arcaicos. Obsoletos, como mínimo. La modernización conceptual del «Parlament» debería ser una necesidad de esta Mesa, sin duda.

Quizás lo interesante sería auditar el propio Parlament. De una manera fría y desapasionada. Desde sus procedimientos hasta su calendario laboral. Aportando soluciones modernas, imaginativas e inteligentes. Un mayor calendario laboral ya sería un paso adelante. Por ejemplo. Entonces sí, la política podría ser vista como algo digno de ser retribuido. Pero mientras el rasero de los ajustes sea tan exigente para unos y en cambio no exista para otros, no debería dudar por un momento el Presidente del Parlament que el desapego por la cosa pública seguirá creciendo. Y la Inteligencia Artificial empiece a ser más una amenaza real que una lejana quimera para los bien pagados inquilinos de la Sala de las Cariátides.

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