OPINIÓN

Prohens, a cara descubierta

La presidenta del Govern, Marga Prohens, junto a la líder de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso

La presidenta del Govern, Marga Prohens, junto a la líder de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso / Manu Mielniezuk

Matías Vallés

Matías Vallés

Acierta el Govern, al no sucumbir al pánico sobre las infecciones respiratorias adoptando medidas coercitivas de dudosa efectividad con los datos epidemiológicos actuales. La grandilocuente imposición de la mascarilla, antesala del confinamiento, es una coacción y una coartada para culpar a los ciudadanos de su caída en la enfermedad.

Marga Prohens se muestra a cara descubierta. Arriesga al descartar la prioridad de la mascarilla, pero también atina al desmarcarse de la pretenciosa política de «salvar vidas» del Pacto de Progreso. La izquierda no solo impuso las restricciones más duras del planeta durante la pandemia en Balears, recuerden los toques de queda navideños. Además, este integrismo vírico jugó un papel reseñable en la derrota de los progresistas el pasado mayo.

Las iniciativas epidemiológicas no deben adoptarse con la vana pretensión de lograr un cero irreal de casos. Medio centenar de personas fallecieron oficialmente en Balears por la gripe en 2018, antes de que la irrupción de la covid desfigurara las estadísticas. Era una cifra récord, pero a nadie se le ocurrió culpar al Govern de izquierdas. Tampoco se apadrinaron iniciativas coercitivas en medio de la mortandad gripal. Por si se precisan datos más recientes, hasta 58 personas perdieron la vida el año pasado en accidentes de tráfico en el archipiélago. La única resolución conocida al respecto es el aumento de la velocidad permitida en la Vía de Cintura, y bienvenida sea.

Las autoridades no castigaron a los ciudadanos a la mascarilla por la efectividad que antes le habían negado, sino para amedrentar. Se demuestra por el viraje radical de China, en cuanto las protestas ciudadanas amenazaron con desbordarse, o por la retirada de restricciones no menos audaz de Sánchez. Dado que Prohens llegó al poder como la versión mallorquina de Díaz Ayuso, esta secuencia dinástica le cuelga erróneamente el sambenito de seguidismo, al negarse a morder el cebo de la ministra Mónica García a las comunidades para guardarse las espaldas.

Yerra sin embargo el Govern, cuando sustenta sus reticencias en que los contagios son «infinitamente» más bajos en Balears que en otras regiones. La experiencia previa de la covid aconseja no presumir de datos parciales antes del final de la carrera.

A Prohens le costará mantener el pulso ante la presión enmascaradora de Madrid, y desde luego que el Govern no mejorará las desastrosas tasas de vacunación contra la gripe y la covid vigentes en Balears. También aquí mintió sobradamente el Pacto de Progreso, con sus malabarismos censales. Todo ello a falta de resolver el enigma pediátrico de que los niños mallorquines o sus tutores desafiaron abiertamente a sus médicos de confianza, y no se vacunaron contra la covid. ¿O fue al revés?

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