PENSAMIENTOS
Toda una vida
«Toda una vida, me estaría contigo», cantaba el inmortal Antonio Machín allá por los años 40. «Toda una vida voy a estar purgando mi condena por el caso Scala», afirma el exdirigente del Partido Popular de Balears Josep Juan Cardona, el español que ha recibido una sentencia más dura por corrupción.
El exconseller del Govern de Jaume Matas ha sido noticia porque acaba de obtener la libertad provisional. Se ha pasado 8 años recluido y dos más en tercer grado, supervisado mediante una pulsera telemática, como si fuera un maltratador.
Para centrar la historia tenemos que retrotraernos a la legislatura de 2003 a 2007 y centrarnos en uno de los múltiples «chiringuitos», que no servían para nada salvo para enchufar a colegas del PP. Se trataba del CDEIB, un consorcio público dedicado, teóricamente, a promocionar productos de Balears. Su gerente era Antònia Ordinas, la de la lata de «Colacao» con 220.000 euros de dinero robado y pareja de la soprano Isabel Rosselló, que por sus dotes artísticas dio nombre a la operación policial (por la Scala de Milán).
Aquellos años fueron un desparrame. Los millones de todos se perdieron en favor de una legión de parásitos, caraduras, vividores y golfos salidos, todos vinculados al partido gobernante. Corrieron los billetes a cambio de informes estúpidos («Vencerá China a la India en materia industrial»); eventos intrascendentes; asesorías fantasmagóricas; actuaciones estelares de Rosselló con cachés estratosféricos; y viajes superfluos por medio mundo, en régimen vip y costeados por los contribuyentes.
Cardona era a la sazón el titular de la conselleria de Industria y Comercio y máximo responsable del CDEIB. No quedó probado que él personalmente malversara fondos. Fue sentenciado a 16 años de cárcel y casi 19 años de inhabilitación.
La magistrada Piedad Marín instruyó con soltura y eficacia aquella causa. Sus tesis fueron corroboradas por la Audiencia de Palma y por el Tribunal Supremo. Curiosamente, a Marín le gusta la faceta literaria de Ordinas, una brillante escritora ahora dedicada a rescatar la memoria rural de Consell. Los gustos de la jueza no influyeron para nada en el proceso.
Casi todos los 18 imputados en el sumario pactaron con la fiscalía, asumieron su culpa y vieron reducidas substancialmente las penas. Cardona no lo hizo. Aquello ya me sorprendió en la vista oral. Cualquiera veía que su postura era un suicidio procesal. El ibicenco no quiso conformarse: decía que era inocente. Así le fue. Lo llamativo es que, diez años después del juicio, sigue postulando su ausencia de culpa.
El también jurista fue condenado por no vigilar el consorcio, facilitar el saqueo y dar el visto bueno a todas las acciones malversadoras, que, lógicamente, se camuflaban como si no lo fueran.
Al penado le queda todavía calvario: años de inhabilitación (no piensa volver a la Administración) y la gota malaya del abono de las indemnizaciones y multas millonarias.
«La prisión nunca vale la pena», confiesa el expolítico, que sabe muy bien de lo que habla y que, desde Cáritas, se está volcando en dar apoyo y calor a reclusos de Eivissa. A todos nos gusta mandar a la cárcel a los malos. La pregunta es ¿para qué?
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