Una visita incómoda pero necesaria

Jorge Dezcallar

Jorge Dezcallar

La visita a Israel/Palestina del presidente del gobierno de España que además ostenta la presidencia rotatoria de la UE, en compañía del primer ministro belga que le sucederá en esa presidencia, ha desencadenado un conflicto diplomático con Israel, que algunos en España jalean, al tiempo que recibía unas incómodas felicitaciones de Hamas que los europeos calificamos de «grupo terrorista». Es lícito preguntarse quién tiene razón.

Los hechos: Pedro Sánchez le dijo a la cara a Netanyahu que condenaba el terrorismo de Hamás, que reconocía el derecho de Israel a defenderse pero que su respuesta era desproporcionada y no en consonancia con el Derecho Internacional y Humanitario por el elevado número de víctimas civiles que causa. Lo cual es todo cierto. A esto Netanyahu le contestó que su lucha es contra la barbarie, que los terroristas de Hamás son los nazis del siglo XXI y que hay que acabar con ellos en defensa de los valores que compartimos, que Israel lamenta los muertos civiles y que su respuesta se inscribe en el Derecho Internacional.

El lenguaje corporal: No es usual que un intercambio de opiniones de este tipo se filme en directo y eso hace pensar que ambos hablaron pensando en sus respectivas opiniones públicas. A Sánchez se le veía incómodo, leyendo en voz baja de un papel que le habían preparado, como viendo llegar la bronca que se le venía encima, mientras que Netanyahu aprovechó su buen inglés para dar imagen de seguridad y de encontrarse muy a gusto dominando el escenario mientras rebatía los argumentos del español y acompañaba con los brazos su soflama para enfatizar sus afirmaciones.

El desacuerdo: Israel, molesto con el discurso de visitantes que le han recordado verdades incómodas que no quieren escuchar en estos momentos, ha dicho que con su actitud España apoya el terrorismo de Hamas, lo cual es falso porque Sánchez verbalizó con claridad su condena, contempló en Israel imágenes del ataque de Hamas no publicadas por su dureza, y además visitó uno de los poblados salvajemente atacados en la terrible madrugada del 7 de octubre. Más allá de la dudosa comparación con ETA, no hay duda de la condena del terrorismo de Hamas por parte de España.

Exterminar a Hamas: la sociedad israelí está todavía comprensiblemente traumatizada por la mortandad causada por Hamas el 7 de octubre y por la toma de rehenes. Hay que tener en cuenta que ese día murieron más israelíes que en las guerras de 1956 y 1967 juntas y la mitad que en la de 1973, con el agravante añadido de que ahora las víctimas son civiles y no militares. Israel, con la Biblia muy cerca, pide venganza, ojo por ojo, y no quiere lecciones morales de nadie hasta acabar con Hamas dando una lección que nadie olvide y que evite que hechos similares se repitan en el futuro. En este ambiente, pedir proporcionalidad o una tregua humanitaria simplemente no cabe en su cabeza. El maniqueísmo es total: el que no está cien por cien conmigo está contra mí, mientras que el mundo está repleto de enriquecedores tonos grises.

El problema de fondo: Sánchez y Croos son los que hasta la fecha se han expresado con mayor firmeza en contra de la forma de proceder de Israel en Gaza y eso molesta a un líder muy discutido en su país, como es «Bibi» Netanyahu, porque los hechos han dado al traste con su política de muchos años de garantizar la seguridad de Israel a base de de dividir a los palestinos y de negar que existiera un problema con ellos, porque era suficiente su política de «segar la hierba» cada poco tiempo, cuando molestaban, mientras proseguía la colonización hebrea de Cisjordania. Hamas les ha despertado de esta ensoñación de una forma brutal y les irrita que ahora lleguen dos europeos con la pretensión de darles lecciones sobre cómo resolver el problema. Sobre todo cuando sus aliados norteamericanos no paran de repetir el mantra de que Israel tiene derecho a defenderse sin mayores limitaciones y que una tregua humanitaria no es aconsejable porque beneficiaría a Hamas. Con su visita Sánchez y Croos han querido también poner fin a las acusaciones de doble rasero e hipocresía a un Occidente que critica a Rusia por lo que hace en Ucrania mientras calla ante el sufrimiento de tantos inocentes en Gaza.

El error de Sánchez ha sido a mi juicio hablar en Rafah y no en Jerusalén de la necesidad de que los 27 reconozcan al Estado de Palestina, algo que tampoco es tan novedoso pues ya lo hacen nueve socios de la UE: Bulgaria, Chipre, Eslovaquia, Hungría, Malta, Polonia, República Checa, y Rumanía, junto con otros 130 países de la ONU (sobre un total de 193), donde Palestina fue admitida como Estado Observador en 2012. Yo creo que ha molestado más que Sánchez añadiera que si los 27 no daban el paso, España se reservaba la posibilidad de hacerlo por su cuenta... en cuyo caso sería el primero de los países grandes de la UE que lo haría. Dar este paso en Egipto en una declaración publica que parecía dirigida al mundo árabe y, peor aún, animar a otros europeos a hacerlo se ha interpretado como algo muy inamistoso por Israel cuando acaba de ser atacado.

El elefante dentro de la habitación que nadie quiere ver, y los israelíes menos que nadie, es la ocupación israelí de tierra palestina desde 1967, un proceso que nunca se ha detenido como muestra el crecimiento de los asentamientos judíos en Cisjordania hasta este mismo momento. Lo recordó alto y claro el secretario general de la ONU cuando dijo que la explosión de Gaza hay que verla en el contexto de 57 años de «ocupación asfixiante» y también provocó la ira de Israel porque en el fondo no es tanto Hamas el que ha provocado el conflicto sino que el conflicto ha provocado a Hamas. Y duele mucho pensarlo. Por su parte Sánchez ha lanzado la idea de una conferencia internacional para respaldar la idea de los dos Estados, a pesar de su enorme dificultad, con objeto de tratar de ayudar a encontrar la solución a un problema que lleva décadas sin resolverse y que palestinos e israelíes por sí solos se muestran incapaces de lograr. El inconveniente es que Israel no quiere ni oír hablar del asunto.

Por todo ello, en mi opinión este viaje era tan incómodo como necesario. A los amigos, e Israel lo es sin duda ninguna, hay que hacerles ver la realidad cuando nos parece que se equivocan como sucede ahora en que el 68% de las víctimas causadas por su ofensiva sobre Gaza son niños y mujeres, según la ONU, el 68%, y dónde en poco más de un mes ha habido más víctimas civiles que en veinte años de guerra en Afganistán. No hay duda de que Israel fue objeto de un ataque terrorista brutal e injustificable el pasado 7 de octubre y tampoco la hay de que tiene el derecho -y el deber- de defenderse. Pero lo tiene que hacer como Estado democrático que es con proporcionalidad, sin incurrir en castigos colectivos porque Hamas y los palestinos no son lo mismo, y dentro de los límites que marcan el Derecho Internacional y el Derecho Humanitario.

Y alguien se lo tiene que recordar desde el respeto y la amistad aunque pague un precio por hacerlo, y a Pedro Sánchez hay que reconocerle el valor de haberlo hecho, al margen de errores puntuales. Porque no es fácil mirar hacia otro lado con las insoportables escenas de sufrimiento que la televisión mete a diario en nuestros hogares y que deseamos que terminen lo antes posible.

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