Inteligencia Artificial, ¿hasta dónde?

Hace diez días el Club de Roma en Baleares organizó una conferencia sobre Inteligencia Artificial, titulada España en La Nube en donde intervinieron, como ponente el doctor Pedreño, catedrático de Economía Aplicada y como moderador el doctor Llorenç Huguet, catedrático de Computación e Inteligencia Artificial, ambos expertos en esta materia. Esta es una cuestión que hoy está siendo tema de conversación, discusión y de debate. Los expertos se preguntan hasta dónde se puede y se debe de llegar con esta máquinas inteligentes. ¿Pueden ir más allá de automatizar trabajos, procesar una inmensidad de datos, facilitar soluciones, tomar decisiones, sustituir a las personas?, ahí es donde está la inquietud sobre estas máquinas pensantes. No hace mucho los que desarrollan una app denominada Deepnude se plantearon si debían de sacarla del mercado, a pesar de que les estaba proporcionando importantes beneficios, pues consideraban que había una alta probabilidad de que se hiciese un uso desproporcionado. Al parecer esa app puede desnudar a cualquiera haciendo un solo clic gracias al rápido desarrollo de los modelos de IA generativa. La privacidad y la seguridad pueden estar en peligro, también, al tener la Inteligencia Artificial una enorme capacidad de almacenar y procesar gran cantidad de datos sobre las personas. La recopilación de antecedentes y la capacidad de análisis puede ser explotada de forma indebida, no podemos olvidar que un porcentaje elevado de los individuos que integran la sociedad son complicados y ello obliga a valorar si aceptamos que los algoritmos de la IA puedan desarrollar cualquier cosa con la información que algún día fue capturada o fue proporcionada.

Sin embargo, en algunos aspectos de la ciencia, como por ejemplo en medicina, ayuda a investigar padecimientos y desarrollar nuevos fármacos para el tratamiento de enfermedades, facilita el análisis de datos y puede mejorar el diagnóstico. Optimiza procesos, puede aumentar la eficiencia y productividad en las empresas, reducir errores, mejorar la calidad de productos y servicios, automatiza trabajos y facilita la toma de decisiones, pueden traducir cualquier idioma, redactar informes y preparar discursos. El pasado 28 de julio publiqué un artículo en Diario de Mallorca en el que describía una curiosa experiencia que había tenido lugar en Dinamarca, concretamente en el Parlamento. Se trataba de que la primera ministra Mette Frederiksen pronunció un brillante discurso ante los diputados de su grupo parlamentario y de la oposición, discurso que fue respaldado por todos los parlamentarios, con un fuerte aplauso. Al finalizar las felicitaciones se dirigió nuevamente a la Cámara diciendo: «Lo que acabo de decir aquí, lo que he terminado de leer, no proviene de mí, ni de ninguna otra persona». El Parlamento se quedó en silencio, ella continúo diciendo «mis palabras han sido redactadas por el CHAT-GPT de OPEN AI, capaz de escribir un discurso y dirigirse a esta Tribuna. Lo que puede hacer la IA es alucinante y aterrador».

Mientras tenía lugar esta reunión del Club de Roma estaba sucediendo un hecho que preocupaba al país. En Almendralejo, un pueblo de Extremadura, en un Instituto, un grupo de jóvenes habían conseguido, utilizando el programa de la app Deepnude y, con un solo clic, divulgar a través de WhatsApp, fotografías de una treintena de compañeras desnudas, sin su conocimiento ni consentimiento, causando perjudiciales consecuencias a las chicas y sus familias. Está claro que todo desarrollo tecnológico genera avances importantes y a la vez peligros y posibles accidentes. El filósofo francés Paul Virilo, (1932-2018) teórico cultural y conocido también por sus trabajos sobre los adelantos tecnológicos, escribió «al inventarse el velero, se estaba inventando el naufragio, al inventar el tren se estaba inventando también el accidente ferroviario por descarrilamiento». No es fácil ni se puede detener el progreso, no se debe impedir el desarrollo de la Inteligencia Artificial, pero si se debe de trabajar, sin dilación, para garantizar el uso ético de estas nuevas herramientas, mediante formación y concienciación.

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