Soy feminista porque tengo madre

Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Estos días, en Getafe se ha retirado el nombre del exfutbolista Alfonso Pérez a su estadio, tras una reflexión de que el fútbol femenino no se puede comparar con el masculino. En las disculpas ha añadido: «No tengo nada contra las mujeres. Yo tengo una madre, y tengo una hija». Una frase que se repite en muchos debates sobre machismo como justificación. El problema es que no justifica nada. Al revés, casi empeora.

Primero porque no tiene ni pies ni cabeza. Todos los agresores o delincuentes machistas tienen madre o amigas, primas o hijas. Es lógico. En la vida convivimos hombres y mujeres. Y, entre ellas y entre ellos, recuerdo, hay machistas. Que seas hijo de una mujer, o marido de una, o padre de una, no te hace feminista, porque el feminismo no va ligado al sexo. El feminismo es una filosofía, una educación y una cultura recibida. Y se aprende o no.

Cuando escucho esta reflexión recuerdo, además, cuando un terapeuta de agresores machistas me contó que ellos repetían mucho esta idea para negar sus acciones y que solo podían trabajar con ellos la empatía hacia las mujeres cuando les mencionaba a las «suyas», a las de su «propiedad»: su madre o sus hermanas. Sus intocables. Con las demás, no había muestra de empatía.

Esta frase la dijo también a Rubiales no hace tanto. El mismo que estos días hemos escuchado declarar ante la Audiencia Nacional: «¿Cómo le voy a pedir perdón (a Hermoso) si estábamos supercontentos?». Y eso es el machismo, estar absolutamente convencido de que hiciste lo correcto. No asumir responsabilidades sino justificarse siempre en algo externo. El día de la victoria él estaba «supercontento» pero, qué casualidad, no besó en la boca a Vilda ni a otros hombres de su Federación. Muchas hemos vivido ascensos o logros laborales y una amplia mayoría no recibimos un beso forzado porque nuestros jefes sabían dónde estaba el límite. Y no hizo falta que se lo advirtiera nadie. Eso nace del respeto y la educación.

Esta semana una columna de Alba Rico preguntaba qué va a pasar con los besos a partir de ahora, tras las críticas del «feminismo neocon». Por supuesto, lo del puritanismo no puede faltar para desautorizar nuestras opiniones. Ahora mezclan en sus reflexiones los besos de protocolo, cortesía o de afecto familiar con que un tipo te agarre la cabeza para un beso forzado. No tiene nada que ver, pero meten todo en el mismo pack para problematizar al feminismo.

Para estos el rompecabezas es qué permitimos, no el qué hacen. La culpa es del momento, de nosotras o de lo que se tercie. ¿Revisarse ellos? No, por favor. Tener que escuchar estos dramas cuando esta semana se han certificado otros asesinatos o agresiones machistas, madres solteras tenían dificultades para las becas comedor en Madrid por pedirles demostración del padre o cuando ha aumentado el paro femenino… es un despropósito. Ya lo dijo Margaret Atwood: «Los hombres temen que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres que ellos las maten». Y, aún así, no paran.

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