La protección del desmadre en Palma

 

Miguel Vicens

Miguel Vicens

Ni los problemas de ruido e incivismo han desaparecido de Palma con el cambio de Gobierno en Cort, ni tampoco el desprecio y la incomprensión absoluta de los responsables municipales con los vecinos que son víctimas de estos problemas, especialmente en Santa Catalina, es Jonquet, el Passeig Marítim o Son Armadans

Del «no podemos hacer milagros», del exalcalde José Hila, como si aplicar las ordenanzas municipales fuera cuestión divina, hemos pasado a la defensa a ultranza de los restauradores -«el 99% cumple la normativa a rajatabla»-del primer teniente de alcalde, Javier Bonet. Sus acusaciones a los vecinos de incrementar las denuncias por ruido e incivismo desde la llegada del PP al gobierno municipal demuestran un desconocimiento profundo de las problemáticas de estos barrios, persistentes, todavía localizadas en zonas y locales concretos y cuya consecuencia es la degradación acelerada.

Por el camino actual se pasa en muy poco tiempo de la destrucción del tejido vecinal y comercial tradicional a la conversión de estas zonas residenciales en polígonos de ocio, con locales cada vez de menor calidad y una paulatina pérdida de su clientela por saturación del monocultivo, cambio generacional o el nacimiento en la ciudad de otras zonas con mayor atractivo. En definitiva, lo ya vivido en la plaza Gomila, el Passeig Marítim y Can Barbarà, sa Llotja y sa Gerreria.

Un ayuntamiento verdaderamente interesado en los problemas vecinales no los niega, ni tampoco mira hacia otro lado, sino que pregunta a los residentes por las zonas más conflictivas de sus barrios para actuar, detiene la loca concesión de licencias para instalar más bares y restaurantes en Santa Catalina o más prostíbulos orientales en Son Armadans y envía a la invisible policía local todos los jueves, viernes y fines de semana para proteger el descanso vecinal. No parece pedir demasiado.  

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