PENSAMIENTOS

No era el momento

Alberto Núñez Feijóo.

Alberto Núñez Feijóo. / Europa Press

Felipe Armendáriz

Felipe Armendáriz

Lo siento por Alberto Núñez Feijóopero el domingo no era su ocasión. El PP, gallito, empleó como lema de campaña «es el momento». Más la hora no ha llegado y el veterano político gallego está más cerca de la defenestración que de la gloria.

Confieso, mea culpa, que mis pronósticos sobre el 23J han fallado estrepitosamente. Estaba convencido, y así lo pregonaba, de que la derecha iba a arrasar. Pensaba que PP y Vox conseguirían mayoría absoluta: la izquierda pasaría a la historia.

Me equivoqué, aunque en el fondo me alegro del error. Veía como natural el cambio del ciclo. Olía el desgaste causado en la complicada mayoría gubernamental: las secuelas provocadas por el apoyo externo de las fuerzas independentistas y las pifias de Podemos.

No ha sido así. Millones de ciudadanos han dado un espaldarazo al proyecto de Pedro Sánchez y de Yolanda Díaz, una pareja con un cartel más suave que el de Feijoó y Santiago Abascal, aguerrido líder de Vox.

No ha habido revolcón. No se ha producido el cambio anhelado por otros muchos millones de españoles.

Una primera consecuencia de los comicios es la constatación de que el huracán «antisanchismo», alimentado hasta la extenuación por muchos medios de comunicación, redes sociales y políticos de la oposición, no era tan intenso como nos hicieron creer. Otra reflexión nace de la volatilidad de las encuestas, muy favorables a la victoria plena de los conservadores y al fracaso palmario de los progresistas.

Esta vez sí ha funcionado el miedo, la prevención ante unos futuros gobernantes proclives a favorecer a las élites, congelar las pensiones y reprimir a los nacionalistas. En menor medida, pienso, ha sido una reacción ante la preocupación de un retroceso en las políticas y apoyos sobre las mujeres o los colectivos LGTBIQ+.

Casi estamos como antes de pasar por las urnas. Sánchez, de momento inmortal, podría revalidar su mayoría izquierdo-independentista-nacionalista. El principal obstáculo se llama Carles Puigdemont. El fugitivo de Waterloo está que no cabe de gozo. Otra vez tiene un protagonismo muy superior a sus méritos. Nuevamente puede hacer daño a España.

Alberto Núñez Feijoó, consciente de que seguimos en campaña (y de que puede haber partido de vuelta), proclama que tiene derecho a gobernar, al ser el ganador oficial. Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, también está contenta con los resultados. Con un poco de suerte, el presidente del PP se estrellará. Ella será su sustituta.

Lo que más me ha gustado de las elecciones ha sido la participación. Más de 25 millones de personas han desafiado a las tórridas temperaturas, a la fecha inoportuna y a la epidemia de desafección. Han acudido a votar: qué alegría. Otros 10,4 millones no han querido, o podido, pasar por las urnas.

El 70,4 por ciento del electorado ha demostrado que la Democracia en España es fuerte. El sistema funciona. Queremos, y podemos, participar, diseñar nuestro futuro. La imagen es la de un país plural, variopinto en ideologías y gustos. Deberían tomar nota los totalitarios, los que ven enemigos en sus adversarios, los que aspiran a gobernar en favor de los suyos y en contra de todos los demás. Este sí ha sido el momento de la libertad.

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