De malos y buenos
Cuando la política se resume en tirar a la papelera aquello que no nos gusta es que las cosas no pueden ir peor. Así de simple y así de contundente. Ayer vi a un niño de unos nueve años violentando a su hermana porque ella había hecho algo que a él no le gustaba y simplemente pensé que a ese niño había que educarlo para que entendiera que si a él que su hermana lanzara un beso al aire no le gustaba era un problema suyo y no de ella, que era un cuerpo y una mente libre y solo jugaba a lanzar besos.
Sin embargo, eso al niño le contrarió y primero la insultó y le dijo que dejara de portarse así, que era vulgar y se podía malinterpretar y cuando ella lanzó otro beso él la golpeó y le dijo: «¡Basta ya!» No sé si la niña contaría más tarde a sus padres lo que había ocurrido y tampoco sé si sus padres, de conocer la historia, estarían de acuerdo con la niña o con el niño, quizá lo de ese crío era un comportamiento heredado y él simplemente hacía lo que veía que hacían sus mayores y si sus mayores lo hacían era lo correcto, porque él no sabe y nadie le ha explicado que sus mayores también están terriblemente equivocados. Es justamente en la imitación de determinados roles y comportamientos donde nace el primer y más importante estadio de la intolerancia, ya que al imitar dejamos de pensar y al dejar de pensar nos volvemos seres que todo lo justifican en grandes bloques que se hacen estancos y no tienen grietas por las que pueda entrar la duda, la contradicción y mucho menos la opinión.
Cuando la política se resume en tirar a la papelera aquello que no nos gusta y en negar realidades tan dolorosas como la violencia machista es que las cosas no pueden ir peor. Así de simple y así de contundente. Y luego nos preguntaremos por qué ese crío golpeó a su hermana por el simple hecho de que ella jugara a lanzar besos y luego nos lamentaremos de que otros críos en cualquier calle de España golpeen a ese otro muchacho porque él también lanzaba besos que eran de algodón y susurros de intolerancia.
Si Dios nos creó desde luego no lo hizo para que fuéramos tirando a la papelera todo aquello que no nos gustara, sino más bien para hacer todo lo contrario: para que esta historia, que es nuestra historia y no deberíamos dejar que nos la robasen, no fuera de buenos o de malos, sino de personas con capacidad de entender, acariciar, escuchar y aceptar todo aquello que suena y es diferente y que por serlo es hermoso y nos complementa y dignifica.
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