La letra con cómic entra

Juan José Company Orell

Juan José Company Orell

Que quieren Ustedes que les diga, a mí que a un profesor que no Maestro, de segundo de ESO, le dé por intentar asesorar a sus pupilos, y pupilas, todos ellos alrededor de las trece o catorce primaveras, con un tebeo, ahora llamados cómics, algo subido de tono no me produce demasiado desasosiego, entre otras cosas porque se me hace que a esta nueva juventud, que siempre es novedoso para los que ya la hemos dejado bastante atrás, tiene mucha menos capacidad de asombro, de sorpresa y si me apuran de escándalo que la de anteriores juventudes que le precedieron.

Pero luego me llega la información de que el preceptor escolar de los dichos alumnos tiene como materia de enseñanza la Lengua Castellana, y ahí es por donde me asaltan las dudas. Primero pensé que el pedagogo de instituto había pretendido utilizar la literatura castellana de corte erótico como una de las variantes de las letras escritas, porque es de suponer que de eso va una asignatura dedicada precisamente a eso del comprender lo leído y del escribir lo pensado; uno pensaría que bien podría haber sido más acertado, digamos literato, en la elección y las distintas posibilidades que no eran escasas, principiando por la obra de Fernando de Rojas, La Celestina, que ya supera los cinco siglos de edad, y siguiendo por el Libro del Buen Amor, La Lozana Andaluza, sin olvidar obras de corte erótico-poético como la Carajicomedia o los conocidos Besos de Amor de Juan Meléndez Valdés, hasta otros poemas que en su momento tuvieron alta carga erótica como los de Neruda, Pere Gimferrer o Alberti, por supuesto recordando la colección y denominada La Sonrisa Vertical que en los setenta se dedicó a publicar obras literarias dedicadas a lo que el insinuante titulo de la serie augura, y de autores tan conocidos como el premio Nobel de literatura D. Camilo José Cela y su Ilustre y Gloriosa Hazaña del Cipote de Archidona, de titulo nada disimulado, la lista que se le ofrece al enseñante para cumplir con su misión de interesar a los educandos en la lectura, también en la erótica, es de todo punto amplia y de tal largueza que no creo que a los chicos y chicas le valga la duración del curso para completar su lectura. Tampoco parece lógico desde el punto de vista de la enseñanza que para una clase de literatura se utiliza material escolar más relacionado con otro tipo de expresión artística como es el dibujo, que es como si se dijera que para que los chavales de catorce años lean en las escuelas algo, sin que les tiemble el pulso, les tienen que adornar las letras con pinturitas porque les agobian las paginas con mucha letra; con estos mimbres no es de extrañar que las cifras que andan por ahí en cuanto a la comprensión lectora de nuestros estudiantes sean bajísimas, subterráneas.

Tal parece además que el citado cómic «ilustrativo» se estructura sobre la relación más que carnal entre una mujer algo adulta y una adolescente de quince años, olvidando sin duda el promotor de esa lectura-visión que nuestro Código penal estipula que el que realiza actos de carácter sexual con menores de dieciséis años será castigado como responsable de abusos sexual a un menor; es posible que yerre en mi visión pero si no es un semejante a promoción de la pederastia se le acerca peligrosamente. Y finalmente me entero de que la referida obra ni tan siquiera proviene de pluma hispana o en su caso de la América que habla y escribe en nuestra lengua común, sino que nos viene servida desde nuestra vecina Francia, que no parece tener demasiada relación con nuestra literatura castellana.

Es de suponer que en ese centro escolar y para las asignaturas o enseñanzas que tenga que ver con la educación sexual o alrededores, como material escolar se utilizaran, en igual lógica, no imágenes ilustrativas al respecto sino las producciones de Calderón, de Lope, de Góngora, de Lorca, de Echegaray, d Galdós, de Unamuno, de la Castro, de Buero Vallejo, de Clarasó, de los hermanos Álvarez Quintero o de Terenci Moix o de tantos otros, que algo tenían que ver, estos sí, con la literatura castellana.

Aún cuando existe también otra posibilidad a tener en cuenta para explicar el error, en caso de que lo sea, en la elección del material escolar; que se trate de edificar un menosprecio del enseñante en cuanto a la materia para la que se le ha encargado interesar a sus alumnos, y no ayuda a ahuyentar la sospecha que el titulo de la materia sea Literatura Castellana y no el más comprensivo de Lengua Española, aunque solo fuera porque esa lengua no solo se habla en las dos castillas y los que defienden la existencia de una comunidad interregional, e incluso trasnacional, de la lengua catalana no debieran ser tan mezquinos en conceder igual trato a otras comunidades lingüísticas. En este caso el Oh, Capitán, mi Capitán, de Walt Whitman, reconvertido por el cine americano en el Maestro interpretado por un magnífico Robin Williams, me temo que ha sido groseramente desvirtuado.

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