Tribuna

¡A comer!

Los cambios que se suceden en nuestras sociedades son tan veloces que cuando queremos darnos cuenta ya se han instalado en lo cotidiano con carta de naturaleza, como si eso nuevo se viniera haciendo desde siempre. Un ejemplo de eso es la importancia que tiene el mundo de la cocina. Las editoriales publican miles de libros sobre cocina y las revistas del corazón acompañan sus publicaciones con extras del tema porque saben que se vende muy bien. Prácticamente todas las cadenas de televisión tienen en su parrilla programas de cocina. Como habrán podido comprobar mientras pasean por las calles de su ciudad, desde hace algunos años hasta aquí se han abierto numerosos establecimientos de venta y montaje de cocinas. E, imperceptiblemente, va arraigando la costumbre norteamericana de hacer vida en las cocinas. Pero esto no ha sido siempre así.

El boom de lo culinario se da con el inicio del nuevo milenio y, especialmente, en España, a partir del 2009, año en que la cadena estadounidense Public Broadcasting Service emite una serie de trece capítulos titulada: Spain... on the road Again, en la que se mostraba al público estadounidense la cocina tradicional española. 

Pero no es oro todo lo que reluce. Cuando echamos la vista atrás y repasamos la Historia, nos damos cuenta que algunas de las costumbres que tenemos están señalando una forma de decadencia cultural o civilizatoria. Es necesario aclarar que no estoy valorando la actividad de la cocina -que me parece fascinante y que yo mismo practico con ilusión. Me estoy refiriendo a los excesos que se producen en este ámbito. Decía que si miramos en la Historia veremos esto más claro.

Tomemos el caso bien conocido de Roma. Esta civilización la conocemos muy bien y podemos distinguir sus periodos temporales, la Monarquía, la República, el Principado y el Imperio. Y dentro del Imperio, la primera época y la segunda época que ya es la decadencia de Roma como idea política y cultural. En la época de decadencia la cocina se puso de moda. El libro de cocina más antiguo que conocemos fue redactado entre los siglos I y III, De re Coquinaria libri decem y fue recopilado por Apicius.

En los últimos siglos del Imperio, un banquete se convertía en una verdadera extravagancia. Elaborar manjares exquisitos no era suficiente, había que sorprender y preparar las más insospechadas mezclas. Un ejemplo es el que nos describe Petronio en El Satiricón. Se presentó en un banquete un huevo. Al intentar romper la cáscara los comensales descubrían que no se trataba de un huevo, sino de un pastel que lo imitaba a la perfección y en su interior descubrían ¡un pajarito frito rebozado con yema de huevo y pimienta! Sobran los comentarios.

El uso de especias se hizo casi obligatorio, cominos de Etiopía, mostaza de Egipto, azafrán de Armenia, pimienta de la India, hierbas aromáticas, y el uso de aderezos como el «garum» que añadían a casi todos los platos.

El emperador Adriano agrupó a los cocineros y sus ayudantes en un collegium cocorum y la profesión se convirtió en una de las más respetables de la Roma Imperial. Señala Plinio en su Historia Natural que «Algunos, quejándose del lujo excesivo, deploraban que un solo cocinero costase más caro que un caballo. Hoy en día se compran cocineros por tres veces el precio de un caballo y pescados al precio de tres cocineros».

Plauto, el comediógrafo, describe en una de sus obras los comentarios hipócritas de los invitados a un banquete: «¿Qué necesidad había de gastar tanto en nosotros? Pero, hombre, si has preparado comida para un regimiento». Y, aun protestando que te has excedido por ellos, se lo comen todo. No esperes que ninguno te diga: «Que se lleven esto, que retiren esa bandeja, no pongas aquel jamón, estoy repleto».

Causa admiración y gracia descubrir lo poco originales que somos porque hoy estamos haciendo lo mismo que hacían aquellos romanos de la decadencia. Y es que históricamente, estamos en una decadencia civilizatoria, en la que lo más cotidiano se convierte, artificialmente, en objeto de lujo y culto. ¿Será que no alcanzamos a vivir cosas más profundas y espirituales?