TRIBUNA

¿Qué es la policía de barrio?

Jaume Pla Forteza

Jaume Pla Forteza

Aún no conocemos el nombre de quien dirigirá el Área de Seguridad Ciudadana palmesana, aunque la experiencia nos advierte que será difícil que conozca «el mercado» y deberá asesorarse. Ya que estamos, voy a dar mi opinión sobre un tema básico. Empezaré respondiendo en negativo a la pregunta del título. La policía de barrio (PB) es todo lo que no vemos, y si abundamos en la incisión, podemos cuestionar: ¿Qué no es la PB? Todo lo que vemos. Aclarada la situación, en Ciutat, la PB debería ir más allá de etiquetar determinados recursos humanos y materiales. Para que exista realmente debe impregnar su filosofía de trabajo de un formato social y comunitario, orientado a la resolución de los problemas cotidianos de la vecindad. La labor deberían prestarla agentes destinados en barrios fijos, desarrollando el servicio básicamente de forma peatonal, utilizando los vehículos para desplazarse, no para patrullar. De este modo, llegarían a conocer el territorio, su tejido global y a múltiples vecinos y comerciantes. Esta cercanía profesional los haría accesibles a las personas, y así, conociendo las distintas realidades, podrían contribuir a mejorar su calidad de vida. Paralelamente, su presencia tendría una elevada incidencia en la prevención de la cotidiana «violencia ambiental». Si con el número actual de efectivos se implantara un despliegue eficaz y eficiente de la Policía en Palma:

—Se les vería andando por sus barrios, empapándose de realidad y siendo accesibles a los vecinos.

—Informarían de la normativa, previniendo infracciones

—Los peatones podrían pasear con menor temor por sus «antiguos» espacios, llamados aceras, ahora invadidos por patinetes y bicicletas.

—Los carriles bici integrados en aceras y espacios peatonales serían objeto —por su peligrosidad— de cuestionamiento diario.

—Los vehículos policiales no patrullarían invadiendo zonas peatonales.

—Las ocupaciones de vía pública estarían controladas.

—Habría menos dobles filas en las calzadas. La fluidez del tráfico se incrementaría.

—Las intersecciones de las calles sin visibilidad que, obligan a giros «ciegos», tendrían espejos.

—Los chaflanes de edificios señalizados con marca amarilla continua prohibiendo la parada no serían —auténticos— parkings, dificultando la accesibilidad.

—Los reservados de estacionamientos de vehículos (especialmente para personas con movilidad reducida) estarían mejor vigilados. —Los parques podrían ser utilizados sin miedo, ni molestias de perros sueltos, y se reclamarían fuentes donde no las hubiere.

—Las aceras tendrían menos esputos y excrementos de animales, y las fachadas y mobiliario urbano menor impregnación de orines, también humanos.

—Existirían menos pintadas vandálicas.

—Habría menos baterías de contenedores de basura con aspecto de punto verde. Se avisaría cuando rebosan y se detectaría la necesidad de ampliar o desplazar el conjunto.

—La evacuación de agua de los aires acondicionados y sistemas de regadío de plantas no terminarían sobre las cabezas de las personas que caminan por las aceras.

—Cualquier desperfecto urbano o suciedad tendría un requerimiento de subsanación y un seguimiento más directo.

Hasta aquí, una pequeña muestra de actuaciones relacionadas con el civismo y el tráfico. Cada uno tiene sus deficiencias que, si realmente hubiera policía de barrio, de proximidad, comunitaria o como se le quiera llamar, dada su función preventiva detectaría y de este modo promovería su solución. Va más allá de una simple denominación: se trata de implantar un estilo de trabajo, aplicado mediante el despliegue físico de los agentes en el territorio. En Palma, concretamente, la división administrativa prevé 89 barrios, los cuales deberían tener cada uno de ellos, al menos, un agente fijo asignado, contando con los compañeros de apoyo necesarios.

Una vez establecido el servicio base, resulta primordial que el resto del Cuerpo pivote sobre el mismo, dándole apoyo y continuidad en su labor y requerimientos. El PB viene a ser un punto de entrada al sistema municipal que, en la mayoría de ocasiones, deriva la gestión. Y en este punto también es imprescindible contar con la complicidad de las diferentes áreas municipales.

No hay que inventar nada. La policía de Palma ha conocido dos modelos de éxito que han funcionado, hasta que los han dejado expirar. Hablamos de los aplicados por los alcaldes Aguiló y Fageda en los años 1982 y 2001 respectivamente. Desde mi punto de vista, a pesar de que el de 1981 tenía mayor presencia, estimo más eficiente el modelo del año 2001. Este último se basaba en horario de jornada partida mañana y tarde, con un único agente titular por zona, de modo que las responsabilidades quedaban plenamente identificadas. Tampoco hay que descartar que haya estrategias más adecuadas para alcanzar la excelencia que se supone debe recibir la ciudadanía.

¿Por qué ahora este catálogo? Esencialmente, para dar apoyo a potenciales asesores que puedan compartir mi visión profesional y ciudadana. Es el momento de ser escuchados y de ponerse manos a la obra.