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Armengol hace un ridículo monumental

La presidenta del Govern balear, Francina Armengol. | B.RAMON

La presidenta del Govern balear, Francina Armengol. | B.RAMON / Miquel Adrover.

Ramón Aguiló

Ramón Aguiló

La decisión de la presidenta Armengol de rectificarse a sí misma después de que Més y otros actores nacionalistas amenazaran con acudir a los tribunales y desestabilizar su Gobierno por la anunciada exoneración del catalán en el proceso de estabilización de interinos la deja en el peor de los ridículos. Armengol había declarado para justificar la exoneración la falta de profesionales con el nivel de catalán exigido: «en primer lugar, hay que garantizar la presencia de los profesionales ya que la salud es lo primero». Ahora dice: «la mayoría de categorías se pueden cubrir con profesionales con el nivel de catalán exigido». Hace tres días decía que había déficit en medio centenar de categorías de médicos, ahora sólo en quince y, en cualquier caso, «están obligados a conocer las dos lenguas oficiales; el catalán no es ningún problema para atraer a profesionales sanitarios». Ahora dicen que han recibido 5.956 solicitudes para unos 2.300 puestos de medicina y enfermería. Si hace tres días decía que no había profesionales para garantizar la salud de los ciudadanos y ahora resulta que hay casi tantas solicitudes, habrá que dar una explicación. O mentía entonces o miente ahora. La presidenta ha quedado en evidencia. El cultivo de la imagen de buena gestora, la de alguien en quien se podía confiar se ha ido al garete; y queda la imagen más real: una política sobrevalorada, sin criterio, sólo atenta a maniobras en torno a mantener el poder, en el PSIB y en el Govern. Menudo regalo para Prohens, otra que tal.

Las declaraciones de la presidenta parecían lógicas y racionales, ¿quién podría cuestionar que lo primero es la salud?, ¿cómo saber si antes decía la verdad pero Més le ha doblado el pulso, o era todo mentira? Si es lo primero, la rectificación es una irresponsabilidad, si es lo segundo, ¿qué objetivo inconfesable tenía la mentira? Todo este berenjenal tiene su origen en la legislación impulsada por su propio partido, el PSIB-PSOE, que ha desdeñado la consideración del catalán como mérito en la sanidad pública para imponer su obligatoriedad. De aquellos polvos, estos lodos. Un editorial de este diario aludía a la doble alma de PSIB y PSOE para explicar la posición de Armengol. Yo no sé cuál es el alma del PSOE, sé que no es el alma del PSOE que contribuí a fundar en la clandestinidad en 1974, cuya memoria pretende ahora eliminar de forma sectaria Armengol, tal como hizo Stalin con Trotsky, Bujarin y Kamenev, salvando las distancias. El alma del PSOE de Sánchez no es del que conocí, es el alma de Sánchez, un alma de narcisista proteico, que cambia según las circunstancias. Sí sé que el alma del PSIB, desde antes de incorporar estas siglas, es un alma nacionalista, a imagen del PSC en Cataluña, que reclamaba un referéndum de autodeterminación (más o menos camuflado cuando estallaron los acontecimientos de 2017), uno de los motivos, además de la degradación y el clientelismo de la compra de voluntades que trajo la profesionalización de la política, que me empujaron a dejar el partido. Pero esa alma, reforzada por las incorporaciones procedentes del PSM y de ERC en el caso de Armengol, utilizaba la estrategia de utilizar los votos que obtenía la marca PSOE para desarrollar una política nacionalista PSIB. La opción de asegurar el catalán en la sanidad pública al precio de hundirla por falta de sanitarios era un precio electoral que la casta dirigente socialista no estaba dispuesta a pagar, de ahí los retorcimientos legales del PSIB: impulsar una legislación catalanista y, al mismo tiempo, obviarla cuando se demuestra lesiva para sus intereses. Ahora Armengol y el PSIB pueden tener castigo electoral por mentirosos, por carecer de principios, por trileros.

A mí me parece inaceptable afirmar que la atención en castellano a un paciente catalanohablante en un momento delicado de su vida pueda convertirse en una barrera distante impropia de una atención sanitaria competente y sensible. También me parecía, cuando Armengol argumentaba la salud para exonerar del catalán, inaceptable afirmar que su decisión, al margen de su problemática legal, supusiera avanzar por un camino equivocado para una atención sanitaria de calidad. La inmensa mayoría de ciudadanos de Baleares catalanohablantes, por no decir la totalidad, puede entender y expresarse en castellano. Pretender que sólo se es atendido competentemente, sensiblemente, dignamente y con calidad si lo es en catalán, me parece, un menosprecio a la calidad humana de los sanitarios castellanohablantes, un prejuicio injusto, una pretensión muy equivocada y fuera de razón, un fundamentalismo lingüístico demagógico alejado de la realidad de la condición humana de enfermos y sanitarios destinado a justificar la imposición del catalán.

En una reciente entrevista en Vilaweb, el profesor Nicolau Dols, profesor de la UIB y eminente lingüista, dice sobre la cuestión: «Hi ha passes enrere. No és possible que el dret a la ignorància d’uns professionals passi per damunt del dret a una atenció digna dels usuaris de la sanitat pública. És escandalós». Encajan perfectamente sus declaraciones con ese fundamentalismo lingüístico al que antes he aludido. Lo que reclaman los trabajadores sanitarios es el derecho a trabajar, no el derecho a la ignorancia, como afirma Dols. Para mayor escarnio, el ilustre profesor, que afirma conocer nada menos que doce lenguas, afirma que él quiere vivir en un Estado donde se hable las 24 horas en catalán, quiere soñar íntegramente en catalán. Por ahora vive en un Estado donde hay, una lengua oficial que es la lengua española, y las demás lenguas españolas oficiales en sus respectivas comunidades autónomas. Por tanto, su deseo de vivir las 24 horas en catalán deberá postergarlo hasta que, o bien Balears sea un Estado o lo sean los Països Catalans, de ilusión también se vive.

Entre la posible contrariedad de no poder ser atendido en la sanidad pública en catalán y la posibilidad, ahora decaída, de no poder ser atendido por falta de profesionales sanitarios, yo, desde luego, como parece indicar la razón, escogería la primera alternativa. La democracia no es imposición, sino contención; es renuncia a conseguir todos tus objetivos en pos de otros más importantes y generales que nos afectan a todos: convivencia, tolerancia, compromiso.

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