TRIBUNA

Empleo y Economía | Futuro de la clase media (2º parte)

Lluís Ramis de Ayreflor

Lluís Ramis de Ayreflor

Terminaba el anterior artículo destacando la importancia de la formación para mantener el empleo, y sobre todo el futuro de la clase media, y todo apunta a que la nueva ley de educación no aporta ninguna mejora en este sentido. La realidad es que en España hay 120.000 empleos con gran valor añadido sin cubrir en las TIC, lo que demuestra que cuanto mayor es la sociedad del conocimiento, mayor oportunidad de trabajo de calidad hay.

¿Cómo es posible que un sistema universitario y de formación profesional público, que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos, no atienda las necesidades del mercado laboral? ¿Tan poca visión de futuro hay, o es que solo se piensa en el corto plazo?

Pues bien, la transformación de la economía lineal, analógica, tangible, a la economía circular, digital, intangible, requiere transformación del sistema formativo, para que no se produzca la brecha total entre clase alta y baja. La apuesta por el tipo de economía que viene con la cuarta revolución industrial necesita que creemos una sociedad del conocimiento, y para ello en Baleares hemos de crear este conocimiento y saberlo retener en las islas. Se trata de un proyecto a largo plazo, porque la transformación al intangible no llegará en unas pocas legislaturas.

¿Qué gobierno en España y en Baleares apostará por el futuro, y conseguirá, así, superar las resistencias al cambio del sistema formativo y de adaptación en la economía, ya que nadie quiere que le saquen de su zona de confort?

El punto de partida es disponer de la tecnología de redes 5G, que en la actualidad llega a menos del 15% de la población en España. Evidentemente, esta tecnología llegará antes a las ciudades que a las zonas rurales, y si queremos evitar esta desigualdad en nuestra Comunidad, hay que exigir un tratamiento de distrito digital para cada isla, y no permitir desigualdades entre Palma y otras zonas.

Todo ello nos lleva a una adaptación de modelo económico que algunos llamamos capitalismo sin capital, basado en la economía intangible. No se necesita el mismo capital para desarrollar una empresa muy basada en intangibles, que una clásica. Pero, asimismo, el otro pilar del sistema capitalista, el trabajo, pierde también fuerza, ya que es sustituido en parte por ordenadores de inteligencia artificial y un incremento de la población mundial que aumenta y, por lo tanto, incrementa la oferta de trabajadores.

Un ejemplo de la realidad es el de un emprendedor influencer, que puede llegar a facturaciones y beneficios muy altos, partiendo de un capital casi nulo y un número de trabajadores reducido para su facturación.

El mediático catedrático Santiago Niño Becerra en sus libros Capitalismo 1679-2065 y Futuro ¿Qué futuro?, afirma que el modelo de capitalismo está en declive y finalizará en unos cuarenta años, y que vamos hacia un modelo tecnológico y autoritario. Asimismo, la economía perderá importancia, ya que en las últimas décadas del siglo XX estábamos ante un modelo de gestionar la abundancia donde parecía que los recursos eran ilimitados, y a partir de ahora se tratará de gestionar la economía de la escasez. Esto supone, según sus palabras, un «reset» que podemos situar desde ahora y que en el 2024 tendrá un punto de inflexión en el que los máximos dirigentes políticos saldrán a declarar la realidad de una situación económica, que se acabó la abundancia y que todos tenemos que colaborar con el país.

Pero no quiero acabar estos dos artículos sin contestar a la pregunta sobre el futuro de la clase media, y me arriesgo a apostar por una reducción importante de la misma, pero sin desaparecer, ya que el empleo en el sector público se mantendrá, y, sobre todo, por el potencial de emprendedores y autónomos, que aprovecharán la digitalización, si la administración no es tan intervencionista. Por ello, apuesto por ellos en Baleares como futuro de estabilidad y productividad.

Cada vez es más importante apoyar una democracia que suponga una economía de libre mercado y el respeto a los derechos del individuo como fuente de progreso, que diga la verdad, y no una economía subsidiada dependiente del poder público, para mantener esta clase media que sostiene la democracia y el estado de bienestar.