Diario de Mallorca

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Alex Volney

Costa Brava

Platja de l'Estartit

«Es brava, risueña, fantástica y dulce, trabajada por los temporales a golpe de ola…» Escribía Ferran Agulló, escritor, político y periodista con columna en La Veu de Catalunya. Era septiembre de 1908 y la primera vez que utilizaría el nuevo topónimo que erróneamente se le atribuye. Querían describir el paisaje fabuloso que desde Portbou baja hasta la desembocadura del Tordera, un poco más al sur de Blanes. Si la costa empordanesa es brava, la costa de la Serra de Tramuntana, en Mallorca, lo es mucho más.

El sr. Agulló era un redactor de La Veu que utilizaba el seudónimo de Pol en sus artículos que eran políticos mayormente. Aficionado a la cocina y bon vivant, muy bien vestido siempre, parece ser que fue uno de los invitados al gran banquete en el Paradís de Fornells, en Begur, donde asistían un gran número de políticos de la Lliga Regionalista. Pol era uno de los periodistas invitados y cogió al vuelo la expresión. El anfitrión de la fiesta era el señor Bonaventura Sabater, empresario, político y lletraferit. Colaborador del Baix Empordà y diputado en las cortes españolas durante la llamada Restauración Borbónica. Nacido en Palafrugell en 1862 se instaló en Begur donde dirigía su empresa corchera. No cabe duda que Agulló era uno de los asistentes y que estuvo en la comida, como que ese término que se consagraría para enlazar las dos comarcas de la Catalunya Vella con más historia sería escuchado por primera vez para definir los límites, casi imaginarios, de lo que hasta hoy es una de las más importantes regiones «turísticas» del mundo. Parece un hecho sin importancia, pero Josep Pla aseguraba, mucho más tarde y más documentado, con contundencia, que el orígen del término es totalmente otro: el adjetivo fue dado por el sr. Sabater en su discurso. Definición nueva en aquel momento para uno de los paisajes más próximos a Europa en todos los sentidos.

La atribución a Ferran Agulló es totalmente falsa y sigue hoy siendo utilizada como único origen del término. Más de doscientos kilómetros de costa que tienen más momentos y tramos de armonía que de pétrea y drástica mineralidad. Sería ya en el boom de los sesenta que el auge, sin freno, del turismo generalizaría el topónimo. Una descripción que es mucho más válida en el sector meridional Begur-Blanes y del Cap de Creus hacia el norte que en las anchas y largas playas que la recorren, pero que acabaría abarcando todo el tramo de costa ampurdanesa. Parece ser que el político conservador, que llegó a ser alcalde de Begur, a parte de narrador era muy afectado por la poesía y un enamorado de su tierra. Publicaría retratos de ambientes populares, alguno incluso prologado por Cambó, y como conocedor de la poesía del país llegaría a ensanchar su mirada hacia el otro lado del mar.

El mismo Pla aseguraba que no era comarca natural y pasó de atribuir, al principio, la autoría del término al periodista Agulló, a en pocos años rectificar y denigrar tal teoría para confirmar el auténtico origen de esa definición.

El fabuloso detalle añadido nos concierne en el presente centenario de la muerte del gran poeta de Pollença. Una simple observación que con los años ha ido ganando fuerza y como mínimo resulta interesante recordar. Parece ser que el lletraferit y político había leído, con ganas, los poemas de Miquel Costa i LLobera. En esta hipotética versión de los hechos cabe advertir que si la costa norte del Principat es «brava», la que va de la Dragonera a Formentor lo es todavía más. Ustedes conocerán lo que representa una tempestad en el mar de la Serra de Tramuntana también «esculpida por los temporales». Muchos residentes recordarán como en una «brava» noche de dura tormenta, se formó, por ejemplo, lo que es la actual cala de Llucalcari, en una sola noche, quizás otra de parecida la vuelva a deshacer algún día. (Un poco más al norte pueden comprobar fácilmente el desplazamiento habitual de las rocas que componen Alconàsser, para poner dos conocidos ejemplos). Si salamos los artículos aquí es por que de allí, los mismos, nos llegaron como cantos rodados hacia los mismos meandros , con las corrientes de la Historia.

Parece ser que evocando el poema de Costa se definió ya de pasada ese precioso paisaje empordanès. Otoño de 1908, no había internet pero la interacción era totalmente otra, los lazos lingüísticos y culturales, cuando no económicos, dentro de la Euroregión catalana, evolucionaban con una, hoy, envidiable fluidez.

Costa i Llobera había obtenido en 1874 el «accèssit a la viola dels Jocs Florals» de Barcelona. Aunque no se volvería a presentar hasta el 1900. Sus versos irían cuajando tanto en el panorama literario catalán que pasaría a presidir los mismos. La mediterraneidad iría de Costa a Verdaguer y de Alcover a Maragall. Es una teoría que sigue gozando de buena salud hasta que no salga una de mejor que demuestre lo contrario. El origen: «COSTA BRAVA MALLORQUINA»:

Mirau l’horda de titans, que, destrossada,

sens desfer-se, dins les ones va tombar

i per segles romangué petrificada

en sa tràgica actitud sobre la mar…

(Centenari mort COSTA I LLOBERA) .

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