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Antonio Tarabini

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Crónicas estivales (8) Sanseacabó ‘il dolce far niente’

Se acabaron las Crónicas Estivales 2022, incluido el ‘dolce far niente’. El próximo verano, si los «dioses» no lo impiden, seguiré con mis Crónicas. Gracias y hasta la próxima

Hace años, desde 2014, bajo el título genérico de Crónicas Estivales, he destinado la canícula estival a relatar y describir entornos personales, familiares, sociales, profesionales, culturales, cívicos, políticos… que conforman nuestras realidades con sus actores y protagonistas. Sin perder el sentido del humor.

El título, il dolce far niente, coge cuerpo y sustancia en un programa radiofónico dominical de máxima audiencia. Un habitual y prestigioso colaborador manifestaba sin pudor la urgencia de usar su mes de vacaciones para desconectar. Estaba agotado de repetir, un día sí y otro también, en sus colaboraciones periodísticas, prensa y radio, los mismos temas con las mismas argumentaciones. En mi caso, a años luz del cronista citado, tenía (tengo) una sensación de «más de lo mismo» en mis quehaceres cotidianos y en mis colaboraciones periodísticas. Y por ello, ambos acudimos al dolce far niente, expresión que algunos mal traducen y peor practican como el «aburrimiento».

«Los veranos solían ser el momento en el que la aceleración se aminoraba, cuando se entraba en ese maravilloso territorio temporal del ‘paréntesis estival’. Esto, qué duda cabe, es parte de ese mundo que hemos perdido (…). Tengo la convicción de que nos dejamos llevar por la acelerada sucesión de noticias y que esta dinámica es la que puede estar ‘apartando nuestra atención’ de cosas sobre las que deberíamos estar más vigilantes» (Fernando Vallespir).

«Cada uno nos construimos nuestras vacaciones. Unos desconectan antes de tiempo, otros precisan de una, dos semanas o, incluso, no lo hacen en todas las vacaciones y vuelven al curro más cansados de lo que estaban antes de irse. Idealizamos tanto las vacaciones, tenemos tantas expectativas con respecto a ellas que no es de extrañar que la frustración sea alta. ‘Son cortas’, ‘me saben a poco’, ‘me ha estresado la familia’, ‘no me he recuperado’, etc. Ingenuamente deseamos que las ‘anheladas vacaciones’ realicen un reset del estrés que acumulamos y que en gran parte nos creamos el resto de los 11 meses» (Miguel Lázaro).

Con mi dolce far niente pretendía, y pretendo, que siga mi estado de ánimo estival y vital, aunque los contextos hayan cambiado. Hace años cada mañana, aproximadamente a las 9, movía mi esqueleto para dirigirme a Can Marcial, un bar (que ya no existe) ubicado en Sa Rápita en primera línea frente a Cabrera. Su aspecto y servicio, incluyendo el dueño, eran los propios de los cafés de pueblo. Allí tomaba mi café y ojeaba la prensa recién comprada. Un día sí y otro también, coincidíamos sin cita previa con una serie de conocidos/amigos que con sentido del humor poníamos a parir a fulano y a mengano y arreglábamos el mundo. A este valor, añadía la existencia de un vejete futbolín. Allí pasaba tiempo jugando con mis nietos. Al principio del verano yo era el campeón, condición que perdía a final de agosto. Can Marcial ya no existe. Los amigos y conocidos coincidimos mucho menos; y el futbolín tampoco existe.

Con mi 'dolce far niente' pretendía, y pretendo, que siga mi estado de ánimo estival y vital, aunque los contextos hayan cambiado

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Mi segundo dolce far niente era (ya no es) mi barca de recreo, un fuera borda de 5 metros, originaria de Italia y titulada, no sé por qué, Cinque. Con amigos/amigas salíamos a pescar. Els raons eran peces del deseo y del buen paladar. El segundo uso era (ya no es) salir a la mar con familia, nietos y amigos, en búsqueda de las hermosas playas de los entornos. Después de más de 20 años, ha dejado de existir. Los años transcurren para la barca y sobre todo para su máximo usuario (¡el autor de estas líneas!). Mi espalda y riñones ya no soportan los sobresaltos de las olas. La vendí hace unos meses.

A pesar de los pesares he sido feliz con mi dolce far niente. Nada que ver con el aburrimiento. Sentado en una cómoda butaca en nuestra terraza, frente a Cabrera, leyendo un librejo o simplemente no haciendo nada. El futbolín con mis nietos ha sido sustituido por múltiples juegos de mesa, me derrotan incluido el parchís y el dominó. Debería caminar por el bien de mi esqueleto, pero… Uso mi ordenador para mantenerme comunicado e informado, así como escribir y remitir estas y otras líneas.

Mientras, la política, la gestión de la res publica (la cosa pública), sigue viva y coleando con su estruendo de fondo. Oímos el ruido, pero no captamos la melodía. Al regreso de vacaciones tendremos que afrontar múltiples asignaturas pendientes de índole estructural y coyuntural en plena precampaña electoral: Gobierno y oposición, dejen de «ladrarse».

Se acabaron las Crónicas Estivales 2022, incluido el dolce far niente. El próximo verano, si los «dioses» no lo impiden, seguiré con mis Crónicas. Gracias y hasta la próxima.

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