Apodos en el RCD Mallorca: "Muchos futbolistas han interiorizado tanto sus motes que los replican cuando celebran un gol"

La filóloga Natàlia Fuster y la historiadora Laura Miró han recopilado y contextualizado los motes individuales y colectivos del equipo bermellón entre 1997 y la actualidad

Laura Miró y Natàlia Fuster, en la jornada sobre ‘malnoms’.

Laura Miró y Natàlia Fuster, en la jornada sobre ‘malnoms’. / DM

M. Elena Vallés

M. Elena Vallés

El fútbol es terreno fértil para los apodos, muchos de ellos con una intrahistoria curiosa que merece ser contada. El Real Club Deportivo Mallorca no es una excepción y son muchos los jugadores que a lo largo de las temporadas han recibido malnoms curiosos e ingeniosos.

Las investigadoras Natàlia Fuster y Laura Miró han recopilado, analizado y contextualizado un total de 68 apodos que circularon en la isla entre los años 1997 y 2023, un trabajo que fue expuesto el pasado diciembre en la XXXI Jornada d’Antroponímia i Toponímia: Els malnoms, organizada por el Gabinet d’Onomàstica de la UIB.

Las autoras, que esperan poder publicar su investigación, peinaron las plantillas de las distintas temporadas en busca de esos curiosos apelativos, «también hicimos un llamamiento a través de una encuesta en Twitter para recopilar algunos más», comenta Fuster.

«Es curioso el caso de los jugadores argentinos. La mayoría de ellos importan el apodo de Argentina, de cuando jugaban allí. Aunque hay algunos fichajes que al llegar aquí no tenían mote y éste se creó directamente en Mallorca. Es el caso de Jonás Gutiérrez, que empezó a ser interpelado como El Galgo Gutiérrez porque era muy delgado y corría mucho», señala la filóloga.

«De hecho, algunos de estos apodos originados en la isla han gustado tanto a los jugadores protagonistas que los han interiorizado a la hora de celebrar goles. Me estoy refiriendo al kosovar Muriqi, es Pirata,que cada vez que marca se tapa un ojo», expone Fuster.

José Carlos de Araújo Nunes, Popeye, también se congratulaba de los goles como el personaje del marinero cuando apretaba la lata de espinacas y se las zampaba a bocanadas.

Muriqi controla el balón en el partido ante el Betis en su último partido con el Mallorca.

Muriqi controla el balón en el partido ante el Betis en su último partido con el Mallorca. / EFE

Cariz positivo

Fuster ha analizado lingüísticamente los 68 apodos. «La mayoría están formados por un artículo más el sustantivo. Suelen añadir también el apellido, pero el nombre de pila se pierde. Casi todos son en castellano: hay 47 en este idioma frente a los 16 en catalán y cinco en otras lenguas», resume.

La mayoría de malnoms en el fútbol tienen un cariz positivo porque se refieren a los atributos físicos de los jugadores y a sus puntos fuertes. «Por ejemplo, a Lussenhoff se le llamaba El Colorado porque era pelirrojo», ejemplifica la filóloga. También son comunes aquellos que toman nombres de animales: El Mono (Germán Burgos), La Gallina (Maxi López), El Tigre de Betanzos (Dani Rodríguez), El Torito (Canvaghi) o Tiburón (Serrizuela). «Lo que pasa es que a este último se le acabó llamando es Gerret porque duró solo una temporada y no funcionó en el campo», dice la investigadora. Entre los apodos negativos, cabe destacar también el que le endilgó la afición a Gregorio Manzano al final de su etapa, Gori Pomera.

Fuster explica por último que los apodos pueden hacer dos caminos: «Empezar entre un grupo de aficionados y acabar en los medios de comunicación o viceversa. En el segundo caso, vimos que IB3 empezó a llamar a Salva Sevilla El Vuit de la Seu porque llevaba el 8 en la camiseta y hacía magia con el balón. También le llamaban s’As d’Oros».

Son muy escasas las ocasiones en que los motes nacen en el vestuario y trascienden para popularizarse entre los aficionados. «Sucedió con Galarreta. Sus compañeros le llamaban Galaxy».

Galarreta, durante el partido frente al Valladolid, disputado en enero.

Galarreta, durante el partido frente al Valladolid, disputado en enero. / Pere Joan Oliver

Suscríbete para seguir leyendo