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Pere Salvà, catedrático de Geografía Humana: «A este ritmo, Baleares llegará a los niveles de envejecimiento de la España ‘vaciada’»

Pere Salvà, catedrático de Geografía Humana, analiza los últimos datos de sobrepoblación y masificación en las islas

En 2037 habrá 300.000 personas más: «Me pregunto qué les daremos de comer y si habrá trabajo para todos»

Pere Salvà: «La part forana sufre un proceso de gentrificación rural».

Pere Salvà: «La part forana sufre un proceso de gentrificación rural». / Guillem Bosch

Irene R. Aguado

Irene R. Aguado

Pere Salvà (Sant Jordi, Palma, 1950) es catedrático de Geografía Humana y profesor emérito de la UIB. En su dilatada trayectoria, ha analizado el mundo rural y sus cambios territoriales, ha investigado sobre los recursos naturales de las islas y sobre los efectos del turismo en la sociedad.

Tiene más de un centenar de artículos científicos publicados en revistas de todo el mundo, y es una de las voces más autorizadas para hablar de incremento de población en Baleares. En esta entrevista, alerta de la «insostenible» situación por el envejecimiento de la población y la saturación del archipiélago, y habla del cambio político en Baleares: «Si dan vía libre a los hoteleros, podemos despedirnos de las islas».

Pere Salvà en un momento de la entrevista en su despacho, rodeado de libros e informes. | GUILLEM BOSCH

Pere Salvà en un momento de la entrevista en su despacho, rodeado de libros e informes. | GUILLEM BOSCH / Nombre apellidoIrene R. Aguado

Mallorca se desborda y supera récords de presión humana incluso en meses que no son de la temporada turística. ¿Sobran personas o falta espacio?

No sobran personas en el sentido estricto de la palabra, pero sí que falta espacio. Estamos rebasando la capacidad de carga que tiene esta isla, pero el aumento de población aumenta sobre un territorio finito. Mallorca está circunscrita por mar y no permite un crecimiento tan importante.

Los últimos datos del INE cuentan más de 1.218.000 habitantes en Baleares y 947.000 en Mallorca. ¿Cómo lo valora?

En un año y medio hemos tenido un crecimiento de casi 40.000 personas. Solo el 13% es menor de 15 años, a este ritmo llegaremos a niveles de envejecimiento de la España vaciada. De hecho, todavía no estamos a ese nivel gracias a la inmigración. La natalidad y la mortalidad están prácticamente igualadas, dentro de unos años puede que haya más muertes que nacimientos, porque desde el año 2012 están bajando de una manera impresionante. Eso quiere decir que el crecimiento de población es por la inmigración. Además, si seguimos a este ritmo, dentro de unos años llegaremos a los 20 millones de turistas anuales. Si ahora ya estamos congestionados, fíjese con cuatro o cinco millones de personas más. Existe una posibilidad de que se detenga de forma natural por las condiciones climáticas, pero de momento es insostenible.

También en datos del INE, en 2037 habrá 306.142 personas más en Baleares. ¿Es realista?

No. Vamos a morir de éxito. Me pregunto qué les daremos de comer y si habrá trabajo para un aumento tan impresionante de la población. Los recursos están en líneas rojas, la congestión del tráfico...¿qué haremos cuando seamos un millón y medio de habitantes? Es insostenible. Y lo más significativo es que no se debe a la diferencia entre nacimientos y defunciones, sino que casi el 90% es de saldo migratorio. Prácticamente 270.000 serán migrantes, aunque no son datos definitivos. El Índice de Presión Humana del Ibestat dice que este mes podemos superar los 2.200.000 de personas, eso quiere decir que se duplica la población.

De hecho, en municipios como Calvià la población se ha cuadruplicado este verano, pero gran parte de los residentes viven del turismo. ¿Estamos dispuestos a hacer el sacrificio que hace falta para decrecer?

Hay dos perfiles. Uno es el que está en el negocio del turismo desde un punto de vista economicista, en el sentido de ‘cuanto más, mejor’. Pero también hay una parte de la población muy sensibilizada que se da cuenta de que la saturación está mermando la calidad de vida en esta tierra. Algunos autores lo explican a través del teorema de Doxey, que habla de cuatro fases. En la primera los visitantes son bienvenidos, en la segunda se dan por sentados y se comercializan, y en la tercera y cuarta causan irritación. En este punto, la población culpa al turismo de todo lo que pasa.

¿En qué etapa está Baleares?

En la de irritación, claramente. Yo lo llamo angustia residencial, tenemos la sensación de estar atrapados y la consecuencia de tanta saturación es que nos cortan el grifo a los residentes. También se nota en la evolución de la palabra ‘guiri’, que ha pasado de ser un extranjero simpático a provocar irritación y generar movimientos antituristas, como las protestas contra los cruceros.

¿Cómo influirá en la saturación el cambio político que ha habido en las islas?

Soy muy escéptico, aunque entiendo que todavía se tienen que plantear muchas cosas. Hay una dualidad entre una serie de medidas importantes que tienen que ver con la sostenibilidad y la economía circular, y un pequeño grupo de hoteleros que quieren llenar sus establecimientos y que no innovan. Veremos cómo lo gestionan. Si les dan vía libre, podemos despedirnos de las islas. Ya superamos los 16 millones de turistas, eso significa más presión, más aviones, más contaminación... Me planteo si las islas empezarán a no ser tan atractivas en un futuro cercano. El calor será muy desagradable, las colas de una hora o dos para ir a la playa no valdrán la pena. Hay algunos perfiles que ya buscan refugios climáticos en destinos de la España vaciada, por ejemplo.

El Consell de Llorenç Galmés quiere recuperar 17.000 plazas turísticas para «distribuir la riqueza entre mucha más gente».

¿Dónde se recuperarán? ¿Y cómo se distribuirán? Me gustaría ver la justificación y la memoria de estas medidas, que al final lo que hacen es aumentar la presión todavía más porque se traducirán en hoteles nuevos. Lo entendería en caso de que fueran para la reconversión de pensiones obsoletas. Por ejemplo, en el municipio de Palma se prohibió el crecimiento de plazas turísticas y tampoco me parece lógico; se tendría que limitar en zonas saturadas como la Platja de Palma, pero no se debería eliminar la posibilidad de que los locales se puedan transformar en pequeños hoteles familiares. No se trata de crecer, sino de transformar.

Palma tiende a perder vecinos mientras que la mayoría de municipios de Mallorca los ganan. ¿Se está consolidando un éxodo hacia los pueblos?

Sí, pero a su vez en los años 50 y 60 hubo un éxodo hacia Palma. En los años 80 y 90 ya hubo un retorno hacia los pueblos. Hay que pensar que una gran parte de ellos se dirige a nuevas urbanizaciones rurales que se convierten en residencia principal, un ejemplo claro son las urbanizaciones del Arenal. Este proceso de retorno rural se ha consolidado especialmente al crear autopistas, por eso han crecido municipios como Santa Maria, Consell, Alaior, Algaida...Pero eso congestiona más las carreteras, especialmente las de acceso a Palma, a falta de un buen transporte público.

¿El modelo Airbnb ha favorecido la colonización turística de la part forana?

Sí, hay un proceso de gentrificación rural. Es parecido al que sufre Palma, especialmente en el centro, donde se ha ido expulsando a la población y se ha ido transformando el tejido comercial. En este caso, Airbnb ha transformado la función que tenían los espacios rurales de la part forana, muchos han pasado de destinarse a la agricultura a ser residencias. En muchos casos se ha colonizado gran parte de las viviendas vacías de los pueblos del Pla, que tienen una población muy envejecida. Esto quiere decir que los hijos venden las casas, en muchos casos a extranjeros. Y, por supuesto, el crecimiento en los pueblos también se debe a que el alquiler es más barato, por eso hay muchos inmigrantes, sobre todo procedentes de Lationamérica y Marruecos.

La pandemia avivó el debate sobre el cambio de modelo y el decrecimiento. ¿Perdimos una oportunidad de oro?

Sin duda. Yo mismo pensaba que la pandemia sería un punto de partida de una reflexión importante respecto al cambio de modelo territorial. A nivel teórico, en la pandemia yo explicaba que las ciudades de Mallorca se han hecho para ser dormitorios, y se han olvidado las zonas verdes. Pensaba que la crisis incidiría en el diseño de las ciudades del futuro. He de decir que tres años después, no ha cambiado nada. Hubo algunos proyectos, pero se quedaron en palabras. En el año 2020 y 2021 la presión humana cayó a mínimos, y ahora vuelve a estar en máximos, así que no se aprovechó la oportunidad para repensar el modelo. Lo único bueno de la pandemia fue la resiliencia de la sociedad.

¿La tan aclamada desestacionalización reduciría la presión humana o saturaría la isla durante todo el año?

Depende. Si la intención es equiparar el invierno al verano, como es obvio, la presión aumentaría y la situación sería totalmente insostenible. Estamos faltos de recursos, especialmente agua, y en invierno se recupera una parte de los acuíferos. Creo que sería mejor favorecer un receso en verano y diversificar la actividad, porque las islas lo permiten. Potenciar el turismo deportivo, gastronómico, cultural...pero de baja presión, no con los picos que se producen en agosto. Eso, más que desestacionalización, es una estabilidad controlada. De todas maneras, para hacerlo, habría que reorganizar toda la planta hotelera. ¿Cómo vamos a tener turismo en invierno si los hoteles no tienen piscinas climatizadas o calefacción?

Usted afirmó en un estudio en 2008 que la mayoría de extranjeros demuestran interés por la cultura de Baleares. Quince años después, parece que la cultura tampoco se beneficia de la masificación.

Está claro que no. El perfil joven no viene precisamente por la cultura, sino por el turismo de borrachera. Tampoco se interesa por la cultura una vez que está aquí. Pero tampoco hay estrategia suficiente por parte de las instituciones para potenciarla. En el extranjero, o en grandes ciudades de España, se ve que hay un esfuerzo por que el turista conozca qué puede hacer más allá del sol y playa. En cambio, aquí... hace unos años mandé a varios alumnos al Arenal y a Platja de Palma a buscar qué información cultural encontraban. Exceptuando algún hotel de Riu, casi toda la publicidad era de fiestas en barcos y discotecas. ¿Qué pretendemos? Ni siquiera los mallorquines vamos a los museos.

¿Funciona el mensaje de destrucción del territorio?

Yo creo que hay cierta sensibilización, especialmente por parte de las personas que no viven directamente del turismo o que sufren su impacto. Diría que más en Menorca, después Mallorca y algo menos en Ibiza.

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