"Se mantienen los controles preventivos y de aislamiento, pero poco a poco Shángai ha dejado de ser la ciudad desierta de las primeras semanas del coronavirus, declara José Salto, aunque la sensación del mallorquín ante tantas rutinas higiénicas, preventivas y de aislamiento no deja de recordar un poco a la trama de la película Atrapado en el tiempo, en la que el personaje de Phil Connors, interpretado Bill Murray se encuentra encerrado en un ciclo temporal y repite el mismo día una y otra vez.

El mallorquín vive y trabaja desde hace siete años en la ciudad china, como realizador y montador de una empresa audivisual. Su pareja Pamela Martello, de nacionalidad mexicana, es diseñadora de joyas. Ambos han intentado vivir toda la crisis producida por el coronavirus con la máxima normalidad posible, sin alarmismos, aceptando todas las medidas preventivas y de aislamiento impuestas por el gobierno chino, pero también intentando salir a la calle cada día, incluso cuando la súper poblada Shanghái parecía una ciudad fantasma sin nadie en la vía pública, las empresas sin actividad y la gran mayoría de comercios cerrados.

Como tantos millones ciudadanos del país, José y Pamela todavía no han regresado a sus puestos de trabajo en sus respectivas empresas desde la celebración del Año Nuevo Chino. Pero China no se ha quedado de brazos cruzados. Ha impuesto el teletrabajo como solución para no paralizar completamente la economía del país. Y durante este tiempo de aíslamiento y prevención, José y Pamela también desempeñan sus actividades profesionales desde su domicilio.

El mallorquín y su pareja empiezan muy pronto su actividad diaria en Shanghái. A las nueve salen de casa para resolver tareas cotidianas. Hoy toca ir al banco. "Por suerte, está abierta una sucursal muy cercana a casa", celebra. "Pero solo cinco personas pueden permanecer a la vez en el interior de la oficina", observa el mallorquín. También señala el aspecto que presenta el cajero automático, totalmente plastificado.

Es una de las medidas preventivas con la que se topan a diario, como también lo es el acceso único para cada manzana de la ciudad por el que entran y salen de casa, un pequeño laberinto de callejuelas con un funcionario al final del recorrido, que toma nota de sus movimientso y registra sus temperaturas.

Hay más rutinas ya muy asumidas, la máscarilla para salir a la calle y los lavados de manos constantes. "Ha llegado un paquete a casa con los nuevos recambios de mascarillas", muestra José Salto señalando la caja postal.

Jose y Pamela se mueven por la ciudad con total libertad en bicicleta. No encuentran ningún problema para comprar lo alimentos que necesitan en pequeños comercios de alimentación. Y de vez en cuando se toman un café en una terraza. Eso sí, como sucede en el vídeo que han grabado es posible toparse con operarios fumigando la calle.

Desean que la enfermedad remita, que los enfermos se restablezcan y poco a poco se levanten las medidas preventivas para volver a vivir en la populosa ciudad de Shanghái que conocieron y convirtieron en su hogar. Pero mientras tanto quieren mandar un mensaje serenidad ante la epidemia.