Según los datos que maneja el Ministerio de Sanidad, en España casi 20.000 mujeres se sometieron a una intervención de aumento de pechos y llevaban el material defectuoso conocido como PIP. Este producto es de origen francés y fueron las propias autoridades galas las que alertaron de que las prótesis que se comercializaban en Europa, se habían elaborado con una silicona no autorizada. Y ello conllevaba el peligo de que pudieran romperse. En España, además de prohibir lógicamente la comercialización del producto, el ministerio aconsejó a las pacientes que llevaban estos implantes que se los quitaran a pesar de que ello suponía someterse a una nueva operación quirúrgica.

Este material, en realidad, no supone ningún peligro vital, aunque se rompiera. Pero sí pueden producir un intenso dolor, sin descartar tampoco una inflamación de los ganglios linfáticos o infecciones.

Antes incluso de que las autoridades sanitarias enviaran este mensaje de alarma, miles de mujeres ya habían descubierto que el implante se había roto y optaron por sustituirlo tras someterse a una nueva operación. Fueron muchos los casos en los que la rotura de la silicona se descubrió en el propio quirófano, sin que la paciente hubiera notado ningún tipo de anomalía.

Aunque con los implantes mamarios se corre siempre el riesgo de rotura, los expertos sanitarios comprobaron que este material no tenía una duración superior a los diez años. A partir de entonces se corría un alto riesgo de que la prótesis se rompiera.

Los tribunales franceses condenaron a cuatro años de cárcel al empresario que fabricó este material defectuoso.