Ya era hora de que los hospitales públicos practicaran el aborto. Todavía más necesario era que esta interrupción del embarazo fuera una decisión voluntaria de la propia mujer. Es un tema polémico, ideológico pero la verdadera realidad es que quien aborta no es ni el médico, ni el político de turno, ni el de la oposición, ni el sacerdote... es la mujer embarazada. Y nadie más que ella sabe si está preparada para criar, educar y mantener una nueva vida. Hay quienes tratan el aborto como una irresponsabilidad, hasta hace poco como un delito. La auténtica insensatez es traer al mundo a un niño no deseado y al que no puedes mantener. Señores, estamos en el siglo XXI, las mujeres somos dueñas de nuestro cuerpo y, por ello, nosotras decidimos si abortamos o no.