Y ahora caso Ibatur. El nuevo escándalo de malversación pone de manifiesto el descontrol con el que se manejaba el dinero público y que tiene sublevado al ciudadano, harto de ver como mientras unos se aprietan el cinturón otros viven a todo ritmo y sólo pueden dejar de pagar la hipoteca cuando no se les deja meter mano en la caja de todos. Hay que exigir un control del gasto riguroso e independiente de los políticos que impida que prospere aquello del si cuela, cuela.