Un grado a babor

 Incluso los que son de tierra adentro, muy adentro (deep inside) comprenden que si trazamos un rumbo determinado y nos desviamos un grado de nuestra trayectoria, en términos geográficos en lugar de arribar a las costas de Pernambuco (por elegir un destino exótico) igual llegamos a Punta Arenas en los aledaños de Cabo de Hornos en el extremo austral y muy austral de Sudamérica y en términos políticos en lugar de depositar nuestros anhelos y nuestra confianza en un partido fulgurantemente fugaz como Ciudadanos, nuestro voto hubiera acabado en las fauces de “Ultravox” (¿o eso hubiera sido un grado a estribor?).

We walked in the cold air

Freezing breath on a window pane, lying and waiting

A man in the dark in a picture frame so mystic and soulful

A voice reaching out in a piercing cry, it stays with you until

The feeling has gone, only you and I, it means nothing to me

This means nothing to me

Oh, Vienna

La cuestión entonces es ¿Por qué hay tanto negacionismo con respecto a los cambios que una variación de un grado de temperatura puede ocasionar en el mundo?.

Lamentablemente la sostenibilidad se ha convertido casi única y exclusivamente en una herramienta de marketing carente de contenido. Organizaciones periodísticas, empresariales y sectoriales programan pomposos actos de sostenibilidad en los que los principales ponentes (con los que en algunos casos he tenido la desgracia de coincidir) o son unos completos ignorantes, unos negacionistas o en el mejor de los casos, unos retardadores (tal vez los peores de todos ellos).

Todos se llenan la boca de ambiciosos planes de sostenibilidad a x años vista, en los que nos prometen un futuro verde, sostenible, no contaminante y en perfecta armonía con el entorno, mientras en su día a día ponen todo tipo de trabas a la descarbonización del mar, a la perpetuación a los motores de combustión ultra-contaminantes y al mantenimiento del statu quo en el que las empresas que desarrollan su actividad basándose en el consumo de los combustibles fósiles siguen emponzoñando a sus anchas nuestras costas y nuestros mares.

Sus estrategias son calcadas a las utilizadas por la industria del tabaco en el siglo pasado o por el diesselgate en los albores del presente siglo. Primero negar, luego presionar, después mentir y al final retardar, eso sí, dejando un rastro interminable de cadáveres en todo el reino animal (incluido el humano) mientras celebran sus abultados resultados empresariales con invariables genocidios de crustáceos.

¿Y total para qué?, para retardar la entrada en un futuro que ya es presente y dejar que lideren, como siempre, la transición a la nueva economía las empresas escandinavas y anglosajonas. Los datos están ahí, los hechos están ahí, las conclusiones están ahí, pero hace falta valentía política y empresarial para saber que el momento es ahora y poner los medios necesarios para no seguir estando, como siempre en el vagón de cola de Europa en materia de innovación.

Ser una empresa o un sector sostenible es más, mucho más, que eliminar las pajitas y envases de plástico, poner alegres contenedores de colorines para separar los residuos, climatizar las instalaciones con energía solar o comer brocoli una vez por semana. La sostenibilidad, por tierra, mar y aire es una actitud, un estilo de vida y una práctica empresarial que debe estar enraizada en los cimientos mismos de todos los sectores y no debe estar basada (únicamente) en la regulación, transición e implantación de medidas para obtenerla, sino también formar parte indeleble del manual de buenas prácticas que toda empresa o institución que se precie debe incluir en su modelo reputacional.

No pretendo ser un ingenuo y creer que todas esas trabas desaparecerán como lágrimas bajo la lluvia de un día para otro, pero lo que si percibo es una corriente cada vez más viva, un estado de opinión cada vez más favorable a este tipo de energías limpias y quién (como los buenos surfistas que viajan a Irlanda en el otoño) sepa subirse a la ola adecuada, será el auténtico ganador en términos absolutos: políticos, empresariales y reputacionales.

Mientras tanto, en la mayoría de las ocasiones me siento como Ignatius J. Really en la Nueva Orleans donde se desarrolla “La Conjura de los Necios” (“A Confederancy of Dunces”, para aquellos que no somos piltrafillas y no hablamos de cosas que no sabemos o en las que no creemos”).

Como anticipó uno de los más grandes, Jonathan Swift: “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele con este signo, todos los necios se conjuran contra él”.

Si quieres saber más sobre sostenibilidad de la buena, surcar nuestras costas dejando a tu paso tan solo una estela de silencio libre de humos, ruidos y aceites y ser uno de los pioneros que lideren el cambio, enrólate con nosotros en nuestras embarcaciones cero emisiones MedVoltMarine y conoce de primera mano todos los secretos de marketing digital y sostenible orientado 100 % a resultados en www.mad-men.agency, orgulloso miembro de MarkAting meta agencia.