Nadal y Alcaraz, tigres en Las Vegas

Carlos Alcaraz y Rafa Nadal se saludan tras su partido en Indian Wells.

Carlos Alcaraz y Rafa Nadal se saludan tras su partido en Indian Wells. / Reuters

Matías Vallés

Matías Vallés

La irrupción de Netflix en el deporte de alta competición montando un Nadal-Alcaraz en Las Vegas implica una revolución, un cambio de era. Ahora mismo, la NBA ha devaluado sus anillos incrustando un torneo intermedio, porque ningún ser humano aguanta nueve meses completos a la espera de un campeón. Intercalar una confrontación directa del Antiguo y el Nuevo Testamento del tenis entre los Grand Slams de Australia y de Roland Garros supone un desafío frontal a la pervivencia de los esquemas clásicos.

La naturaleza desafiante de Netflix lo convierte en el candidato natural a acelerar la extinción de los formatos deportivos tradicionales, la violación del calendario sacrosanto. Se alegará que la rebaja de la tensión bajo un concepto exhibicionista devalúa la esencia de una competición deportiva a muerte. Este argumento defensivo irá seguido de la presunta evidencia de que los auténticos aficionados omitirán la mascarada de Las Vegas, para concentrarse posteriormente en la tierra de París o la hierba de Wimbledon. Muy bien pero, ¿cuántos son? El público del casino no exige disfrutar a Nadal y Alcaraz a vida o muerte. Solo quiere verlos, decir que los ha visto. Vivir la experiencia, recontarla.

Incluso para quienes nunca los hemos disfrutado en directo, Siegfried and Roy son los gigantes de Las Vegas, con su número de tigres blancos paseando sueltos entre la audiencia. La exhibición corta el aliento incluso a través de la pantalla, y acabó con el segundo de los domadores casi devorado por sus mascotas con colmillos de diez centímetros. La metáfora es tan inmediata como efectiva, Nadal y Alcaraz debieran saltar a la pista cubiertos por la piel listada de un tigre, con la banda sonora de Gladiator que se avanzará a la secuela de Ridley Scott. El tenista mallorquín ya avanzó esta innovación espectacular en su batalla de las superficies contra Roger Federer en 2007, imposible omitir aquí a Cassius Clay aparentando boxear por cifras millonarias en los casinos. El encuentro tenístico es una anécdota, su celebración auspiciada por Netflix asciende a categoría. Bienvenidos a la Superliga, en todos los deportes excepto el fútbol.