Historia del Mundial femenino

Francia 2019: un punto de inflexión en el fútbol femenino

Estados Unidos revalidó el título en una edición sin precedentes; no solo en lo deportivo, sino sobre todo por su impacto social y mediático | Más de un millón de entradas vendidas, los mejores registros de audiencias y más de mil millones de espectadores en total

La selección de Estados Unidos celebra el Mundial de 2019.

La selección de Estados Unidos celebra el Mundial de 2019. / EFE

María Tikas

Este Mundial marcará un antes y un después en la historia del fútbol femenino”, dijo Gianni Infantino, presidente de la FIFA, en la rueda de prensa de clausura de la última edición, celebrada en Francia. Y así fue. No tanto por lo deportivo, que también, pero sobre todo por su impacto social y mediático.

Un torneo con miles de periodistas acreditados, con más de un millón de entrades vendidas, con grandes contratos de patrocinios, con los mejores registros de audiencias en televisión en todas las ediciones -más de mil millones de espectadores en total- y todo un éxito en las redes sociales.

Estados Unidos revalidó su trono que alcanzó en Canadá y levantó el trofeo por cuarta vez en la historia. Subcampeona en su segunda participación en la Copa del Mundo, la selección neerlandesa, liderada por Sarina Wiegman -hoy entrenadora de Inglaterra- dio un nuevo golpe sobre la mesa dos años después de ganar la Eurocopa. Suecia subió al podio por cuarta vez y Francia cumplió su promesa de alcanzar su mejor posición en un Mundial (cayó en cuartos).

Una dupla de oro

Liderada por sus dos capitanas y ya leyendas del fútbol, Morgan y Rapinoe, la selección de Estados Unidos arrolló desde el primer partido, con un 13-0 contra Tailandia. Cuando se enfrentó contra grandes rivales como España, Francia e Inglaterra, encontraron en el gol tempranero la clave para ir superando fases. Y en la final vencieron a Países Bajos con goles de Rapinoe y Lavelle.

El Mundial siempre es un gran escaparate para usar el altavoz. Y Megan Rapinoe es una experta en ello. La capitana y estrella de Estados Unidos -que ganó el Balón y la Bota de Oro de la edición, dijo públicamente que no quería visitar al entonces presidente Donald Trump, en señal de protesta. Otra icónica reivindicación fue el beso entre Eriksson (Suecia) y Harder (Dinamarca).