Aurora Jhardi: "A Lorca hoy le volverían a llamar maricón pero ya no estaría solo"

La que fuera concejala del ayuntamiento de Palma entre 2015 y 2019 se pone en la piel de Poncia en la obra 'Bernarda. Punto final', montaje que se representa este sábado y domingo en el Teatre Xesc Forteza de Palma, a las 20 y 18 horas respectivamente

"Me gustaría ser recordada como actriz", confiesa, "también como una concejala que nunca miró por ella misma, siempre trabajó por los intereses de la ciudadanía y pagó un precio muy alto por poner los intereses de la ciudadanía por encima de los del poder"

Aurora Jhardi

Aurora Jhardi / B.RAMON

El público la conocerá como concejala del ayuntamiento de Palma en la legislatura 2015-2019 aunque ahora llega a su tercer espectáculo teatral. ¿Siempre palpitó una actriz en Aurora Jhardi?

Siempre me ha gustado la interpretación, ya en el colegio hacía teatro amateur, pero siempre he sido más bien espectadora que actriz. Me apasiona el cine y el teatro también, por aquello de que es en vivo, en directo.

¿Qué recuerdos guarda de aquellas funciones escolares?

Tenía doce o tres años y en mi colegio se hacía un taller de teatro todos los sábados por la mañana. Ese es uno de mis mejores recuerdos de la infancia, de la juventud. Cada año representábamos las típicas obras escolares. Disfrutaba muchísimo de aquello. En la universidad tuve la oportunidad de hacer otra obra de teatro con mis compañeros pero no hice nada profesional hasta la Adoració dels Reis.

¿Ha llegado a este oficio para quedarse o está de paso?

Una de las cosas que me ha demostrado la vida es que “nunca se sabe”. Me encantaría poder quedarme pero es una osadía por mi parte pensar eso. Yo soy totalmente novata, amateur, para mí esto es un privilegio. Estoy encantada de que Bernat Pujol cuente conmigo pero yo soy docente de profesión, algo que me hace muy feliz. No sé, la vida lo decidirá.

¿Cómo le gustaría ser recordada: como concejala o actriz?

Difícil de responder... Quizá como actriz, porque como actriz te sueles llevar todo lo bueno. Me gustaría ser recordada como una concejala que nunca miró por ella misma, siempre trabajó por los intereses de la ciudadanía y pagó un precio muy alto por poner los intereses de la ciudadanía por encima de los del poder. Me encantaría que la gente se acordara de eso. El problema es que la gente te recuerda por otras cosas, por eso me quedo con lo de actriz.

Aurora Jhardi, en un momento de la entrevista

Aurora Jhardi, en un momento de la entrevista / B.RAMON

Aurora, una persona normal que hizo política de verdad”.

Es de las cosas más bonitas que me han dicho respecto a la política. Fue la intención y así lo viví. Hice política cuatro años, una política muy dura, por tres salarios mínimos interprofesionales, algo de lo que también se olvida la gente muy rápido. Nunca cobré el sueldo entero porque era un compromiso mío dentro de mi partido, y pusimos el cuerpo y en mi caso también los antecedentes penales, y la salud.

¿Cómo se encuentra de salud?

Recuperándome. Me ha costado una enfermedad muy grave este paso por la política.

Bernat Pujol, director de la compañía Taula Rodona, con 40 años de trayectoria, dice que tiene usted “una cualidad innata para el teatro”.

Eso lo dice Bernat, el profesional, yo no me atrevo a valorarlo. Es un privilegio que alguien como él, que lleva tantísimos años en el mundo de la cultura y sabe tanto, me dedique estas palabras.

Ponga sus armas interpretativas sobre la mesa.

Me pondré profunda y te diré que yo fui una de las pocas niñas no blancas de los años 80 en Mallorca. Sufres mucho racismo a lo largo del día en tu infancia y tu juventud, porque eres siempre la persona diferente y te conviertes incluso a veces en un objeto exótico. Y eso hace que despliegues, a lo largo de tu vida, una armas interpretativas que te hagan parecer muy fuerte, para no sentirte siempre vulnerable, para no dar la impresión de víctima, o de ser alguien inferior. Cuando eres joven estás desarrollando tu personalidad y necesitas que tu grupo de iguales te acepte o por lo menos te valide de una manera. Y yo creo que eso de haber sido siempre la diferente, con un color de piel diferente, con un pelo diferente, con una forma de ser diferente, con una familia diferente, hizo que de alguna manera desplegara estas armas de interpretación para que me ayudaran en mi recorrido vital. Quizá esas son las armas que me ayudan ahora a subirme a un escenario y me permiten poder interpretar algunos papeles que no se corresponden con mi persona.

Dedíquele usted algún piropo a su mentor.

Bernat Pujol sabe muy bien qué va a acabar viendo en el escenario, qué es lo que vas a acabar haciendo. Lo sabe, lo tiene en la cabeza, lo ha visto antes que tú, y te exprime, en el buen sentido de la palabra, hasta que te convierte en el personaje que veía en su cabeza mientras escribía el texto. Y lo hace desde el amor, el humor, de una forma muy estricta pero muy amorosa. Es muy exigente pero a la vez muy cariñoso.

Aurora Jhardi, en un ensayo junto a José Vico

Aurora Jhardi, en un ensayo junto a José Vico / .

¿Sabe si escribió el personaje de Poncia pensando en usted?

Bernat escribió la obra pensando en José Vico, en la Bernarda que representará. La obra está escrita fundamentalmente para José Vico. Necesitaba una Poncia, y yo sí que creo que en la primera persona que pensó para este personaje fui yo. Pero esa Poncia no está escrita pensando en mí.

Sin destripar la obra, ¿qué puede contar de ‘Bernarda. Punto y final’?

Bernarda. Punto y final es un combate a muerte en el ring, que es el escenario, entre estas dos mujeres, Bernarda y Poncia, de las que conocemos su historia primigenia, universal, puesto que La casa de Bernarda Alba es una pieza universal y una obra maestra del teatro español. Dos mujeres que se han odiado toda la vida y es quizás, y digo quizás porque no lo sabremos hasta que termine la obra, la oportunidad de Poncia de hacer justicia y vengarse de esta terrible Bernarda interpretada por Vico de manera magistral.

Una obra en la que veremos a las dos Españas representadas, la de Bernarda, la represión, frente a su Poncia, que encarna la libertad.

Poncia representa la clase obrera, la oprimida, la clase que ha estado obligada a servir al poder. Yo defiendo mucho política e ideológicamente los ideales que definen a esa clase obrera. Bernarda ha hecho imposible la vida a todas las personas de su alrededor, también a Poncia, por supuesto; es una mujer clasista, cacique, una beata de chichinabo que representa muy bien esa España que Lorca quería mostrar. Poncia, en cambio, representa a la España más del campo, la España del pueblo.

¿Por qué estas dos Españas nunca acaban de reconciliarse?

Porque hay una España que es la privilegiada y renunciar a los privilegios es algo a lo que los humanos no estamos muy acostumbrados, y menos en este país. Todas las revoluciones culturales y políticas siempre han llegado más tarde a España. En eso vamos más atrasados. Para reconciliarse la clase privilegiada tiene que renunciar a privilegios, que además no son innatos ni cien por cien merecidos, muchas veces vienen del extractivismo y la opresión de otras clases. Si quien oprime no pide perdón es muy difícil reconciliarse.

Lorca vivió en Madrid, durante su etapa en la Residencia de Estudiantes. ¿Qué cree que diría el genial poeta y dramaturgo viendo el odio que ondea estos días por las calles de la capital de España?

Se pondría muy triste y se preguntaría qué ha pasado durante todos estos años, qué es lo que no ha sucedido, por qué no se ha avanzado, por qué estamos igual que antes. Parece que volvemos a la senda que Lorca conoció. También creo que se alegraría mucho de ver que sí ha habido ciertos avances importantes para determinados colectivos, como el de las mujeres, que ahora alzamos la voz, como también lo hace el colectivo LGTBI, y que aunque es verdad que parece que esa antigua España quiere volver a salir a la calle no va a ser tan fácil como pudo ser en su tiempo, porque va a haber un frente que estará ahí para parar todo esto. Eso le enorgullecería.

Cartel de 'Bernarda. Punto y final'

Cartel de 'Bernarda. Punto y final' / .

Los fachas y los nazis atrincherados en los alrededores de la calle Ferraz le volverían a gritar: ¡Maricón!

Sí, le volverían a llamar maricón pero ya no estaría solo. Habría muchas mujeres y muchos maricones apoyándole y allí estaríamos gritando con él: sí, somos maricones y aquí estamos.

Se probó con la ‘Adoració dels Reis’, de Llorenç Moyà, y fue aplaudida por ‘El bosc de Birman’, de Miquel Àngel Vidal. ¿Qué aprendió de esos dos montajes?

De la primera aprendí lo bonito que es el trabajo en equipo. Una de las cosas más mágicas que tiene la Adoració dels Reis es que trabajamos gente de la política, de partidos muy diferentes, con ideologías muy distintas, y nos juntamos con gente de la cultura, el periodismo… No somos amigos, en algunos casos ni siquiera nos conocemos, no compartimos la forma de ver la vida, ni nada, pero del trabajo en equipo sale finalmente una obra que siempre es preciosa, divertida. Todos los que han participado en ella guardan un recuerdo maravilloso y siempre la recomendamos a quien no la vivido desde dentro. Es una prueba de que del trabajo en equipo, hecho con amor, se sacan buenos resultados. Con El bosc de Birman aprendí lo que es la profesión: subirse al escenario, interpretar, la responsabilidad que eso supone, el intenso y duro trabajo que hay detrás, entender a tu personaje y dar lo mejor de ti, poner el cuerpo… El teatro tiene cierto paralelismo con la política, pones el cuerpo a disposición del público y de un personaje que alguien ha pensado y te presta. El teatro te ayuda a entender otros tipos de ser y de pensar.

¿El teatro tiene que ser político?

Para mí, como feminista, lo personal es político, todo es político, todo. A mí me interesa muchísimo el teatro político. El teatro tiene que ser político, sí, ¿únicamente político?, no. También tiene que haber comedia, drama, thriller y otras cosas, pero a través de la cultura debemos hacer política.

En la obra mantiene un cara a cara con José Vico, gran transformista y brillante actor.

José Vico es un actorazo. Se le conoce más como transformista pero yo diría que es un gran actor, y transformista. No es por quitarle mérito al transformismo, ni mucho menos, pero su calidad interpretativa en el escenario es brutal, tiene algo dentro que resulta increíble.

Al hablar de cara a cara me vienen a la cabeza esos otros encontronazos, el de los plenos, las ruedas de prensa, el día a día de la política. ¿Ese rodaje ayuda a la hora de desenvolverse sobre un escenario?

De todas las experiencias vitales sacas aprendizajes que te son útiles para otras experiencias. Es verdad que en el plano político a veces tienes que hacerte una pantalla o interpretar un papel pero tengo que reconocer que yo no supe hacer eso. Por eso seguramente no fui una política profesional y por eso seguramente no he seguido en el mundo de la política. Con lo bien que se me da interpretar, en la política no fui capaz de jugar ese papel, siempre fui muy sincera, quizá demasiado en algunas ocasiones. Muchas veces los encontronazos políticos son durísimos, y sí, pueden servirte para otras cosas. Mi recuerdo de la política es muy doloroso, triste. Ha habido aprendizajes, pero dolorosos.

¡Cuánto teatro hay en la política!

Por desgracia hay mucho, pero es un teatro malo, que nada tiene que ver con la cultura ni la belleza de la interpretación. La política ya está planteada como un teatro en sí, un teatro malo que no conecta con el espectador, con la ciudadanía, que está tremendamente desconectada de la política, quizá porque se interpreta mal o demasiado. A veces los plenos son una pura interpretación teatral. Se termina el pleno y a veces las cosas entre bambalinas son diferentes. Yo soy mejor actriz que política.

¿Qué papel le daría a un personaje como el diputado popular Esteban González Pons, el rey de los tuiteros desde el gesto que nos regaló en la primera sesión del debate de investidura de Pedro Sánchez?

El papel de bufón del rey en una obra medieval. Es el papel que mejor representan, el de entretener al pueblo con banalidades. Es lo que hacían los bufones, entretener a la Corte con banalidades para que se olvidaran de los problemas reales que existían, como las enfermedades, la pobreza, las guerras…

¿Duerme bien antes de un estreno?

Lo intento. La meditación me ayuda mucho en la vida. Es bueno estar nervioso antes de subirse a un escenario, eso te mantiene en guardia, y también es una muestra de respeto hacia el público. Esta obra debería haberse representado en el mes de abril pero por circunstancias de la vida, en este caso por una enfermedad, tuvimos que cancelar en el último momento. Llevamos mucho tiempo trabajando en esto y nos hemos tomado esta obra, por la que sentimos un gran respeto, muy en serio. Estamos nerviosos y a su vez ansiosos por subirnos al escenario.

¿Está recuperada de esa enfermedad?

De momento sí, tengo que pasar las revisiones que todo paciente oncológico tiene que hacerse durante los próximos cinco años.

¿El teatro le ha ayudado a mantenerse a flote?

El teatro es un bálsamo, sí, te mantiene a flote. Yo he pasado un año muy complicado. Era muy duro, por mi enfermedad, ensayar con dolor. He padecido mucho dolor y en el teatro encontraba ese remanso. Con el teatro dejas de ser tú y vives otra vida, diferente, aunque solo sea un ratito. El teatro me ha permitido olvidarme de mis dolores, físicos y también políticos que arrastro. Creo que debo ser de las pocas condenadas por prevaricación que no ha robado un solo euro.

Aurora Jhardi

Aurora Jhardi / B.RAMON

¿La amnistía le deja dormir?

A mí sí, porque la amnistía es algo que no se ha inventado ahora en tres días. La amnistía es algo que venimos practicando en este país desde hace mucho tiempo. La amnistía en España en el siglo XX empieza precisamente con la Transición, se amnistió a toda la gente de la dictadura. No es un invento de estos días. Y también me deja dormir porque la ciudadanía y mucha gente de la política y el periodismo llevamos reclamando una reconciliación, es decir, esto hay que conciliarlo, y conciliar no puede ser castigar. Hay que trabajar por la cultura de la paz, del diálogo. La amnistía logra reconciliar algo que parecía irreconciliable, algo que por cierto no provocó el gobierno actual, sino uno anterior. Alguien está ahora poniendo solución a un fuego que en realidad lo encendió otra gente. Para acabar con los problemas hay que hablar, pedirse perdón, perdonar cosas. No es la primera vez que esto se da en España, insisto, se perdonó el franquismo. Seguimos teniendo gente enterrada en las cunetas y la vida ha seguido porque se han perdonado muchas cosas. Si los comunistas y socialistas no se hubieran sentado a perdonar nunca habríamos conseguido la democracia.

¿Qué espera del nuevo Pedro Sánchez?

Muchísima justicia social, una reforma laboral, la derogación de la ley mordaza y sobre todo que por fin España empiece a poner sobre la mesa políticas anti racistas de verdad. Espero los cierres de los CIEs, que echemos mano de lo que está pasando en el mar Mediterráneo, que nos posicionemos claramente a favor del pueblo palestino y que le demos su lugar a todas las personas racializadas que todavía siguen padeciendo muchísimo racismo en España. Espero que la materia racista empiece a ser materia política e informativa.

¿También espera que ponga a una ministra de Podemos?

Ni lo espero ni lo dejo de esperar. No me preocupan tanto las personas, ni los partidos, ya he militado en uno y sé cómo se las gastan, los partidos no son lo importante, ni las personas, sino las políticas, el resultado que le va a llegar a la ciudadanía. Me da igual quien lo haga, pero que se haga.