Música

Hip hop, 50 años de una revolución: del fuego del Bronx a conquistar el mundo

“Mucha gente pensó que sería una moda pasajera, que no duraría más de unos meses, pero hoy es la música más popular del mundo”

El fundador Dj Kool Herc, en una imagen de archivo.

El fundador Dj Kool Herc, en una imagen de archivo.

Idoya Noain

Es osado, discutible y discutido, poner una fecha y un sitio específicos al estallido de una revolución que ha transformado de forma radical y profunda la música y su industria pero también el arte, la cultura y la moda, que ha creado una economía propia y que se deja sentir desde en la política hasta en el deporte. En el caso del hip hop, no obstante, “la gente necesitaba una historia de origen grande para una cultura tan grande”, según ha dicho en alguna ocasión Jay Quan, uno de los historiadores del fenómeno. Y ese momento y lugar tan útiles para marcar el 50 cumpleaños están en una fiesta el 11 de agosto de 1973 en el 1520 de la Avenida Sedgwick, en el suroeste del Bronx.

Es entonces un barrio al que el plan urbanístico de Robert Moses ha desgarrado con la primera gran autopista de Estados Unidos que rajó un gran centro urbano poblado. Ningún vecindario de Nueva York ha sido más castigado y abandonado en medio de una crisis económica que tiene la ciudad al borde de la ruina. Los negros y latinos de clase media que habían hecho del Bronx un emblema de movilidad e integración han emigrado de allí y para los pobres que han quedado y los inmigrantes que llegan la falta de servicios se ha hecho tan endémica como la violencia de bandas o la crisis de la heroína. Literalmente el Bronx arde, con los propietarios de edificios quemándolos para cobrar los seguros.

Aquella noche de sábado más de 300 personas, acostumbradas a la fiestas en la calle y a la música en parques, llegan a una sala comunitaria en la primera planta de ese edificio residencial. Han sido convocadas con un ‘flyer’ hecho a mano por Cindy Campbell, que quiere recaudar dinero para comprar ropa para la vuelta a las clases. Los padres de Campbell, llegados seis años antes de Jamaica, ponen bebida y comida, a precios tan razonables como la entrada (25 centavos ellas, 50 ellos). Y su hermano Clive, conocido como DJ Kool Herc, se encarga de la música.

Clive tiene solo 18 años. El funk y soul que pincha es habitual escucharlo en esa época, como lo es ver en vagones de metro o edificios el graffiti que se ha hecho medio creativo de expresión. Pero Kool Herc se ha dado cuenta de que la gente realmente disfruta en los interludios musicales de esos temas de James Brown, The Jimmy Castor Bunch, los Isley Brothers o Incredible Bongo Band... Y con sus dos platos, y una técnica que denomina 'merry-go-round', o carrusel, extiende esos 'breaks', creando el tiempo que necesitan los b-boys y las b-girls para entregarse al baile, ese breakdance que el año que viene debutará como disciplina en los Juegos Olímpicos en París. Él y amigos como Coke La Rock, además, van lanzando palabras a ritmo de la música. Están rapeando.

Quedarían años aún para que se acuñara el término hip hop, y décadas de evolución y revolución hasta que esa forma de expresión y creatividad de la comunidad negra que nació de la necesidad y dio "voz a los sin voz", en la estela de lo que se sucedió con el folk, el jazz o el blues y el rock, se confirmara como el movimiento y la fuerza dominante en la música y la cultura que es hoy, a nivel global. Pero la revolución ya había empezado.

Por eso será el 11 de agosto cuando un gran concierto en el estadio de los Yankees, con figuras históricas como Run-DMC, Sugarhill Gang, Snoop Dogg, Lil Wayne y Ice Cube, y otras más recientes, marque este 50 cumpleaños. Es algo que también hizo ya la última edición de los premios Grammy, galardones con una relación más que cuestionable con el género, al que no dieron categoría propia hasta 1989 y han seguido ignorando y maltratando pese a su poder y su influencia.

“La música más popular del mundo”

Mucha gente pensó que sería una moda pasajera, que no duraría más de unos meses, pero hoy es la música más popular del mundo”, dice en una entrevista Rocky Bucano, director del Museo Universal de Hip Hop. El centro está actualmente instalado con una muestra dedicada a la edad de oro del género en un pequeño espacio en el Bronx Terminal Market, donde espera mientras se completan las obras al otro lado de la autopista de la espectacular nueva sede, un proyecto que ha recibido más de 40 millones de dólares municipales, estatales y federales y cuyo objetivo es “preservar las contribuciones del hip hop a la cultura”.

Esas contribuciones son demasiadas para enumerar pero este año de aniversario proliferan los actos en los que se busca subrayarlas. Y es lo que están haciendo, por ejemplo, bibliotecas públicas de todo Estados Unidos, como la de Brooklyn, donde en junio se le dedicó una noche de puertas abiertas en la que durante más de cinco horas se escuchó, se bailó y se analizó.

Allí estuvo, por ejemplo, el DJ, periodista y creativo multimedia Brandon ‘Jinx’ Jenkins, que presentó sus “diez mandamientos del hip hop”. Ese decálogo se abre con la llamada a “seguir retando el statu quo” y a mantener la conciencia (“el hip hop es nuestro megáfono y nuestro espejo y la mente es su terreno inmobiliario”, proclamó). Pasa por la urgencia de ser inclusivos (luchando contra misoginia y homofobia que en muchas ocasiones han ensombrecido al hip hop) y por la necesidad de “defenderse de invasores y apropiadores (“el hip hop es lo que queremos que sea, no lo que nos dicen que debe ser”). Y cierra con dos mandamientos: “seguir alimentando la creatividad y la curiosidad” y seguir siendo no solo político, sino también “diversión”.

“La crisis de la mediana edad”

La noche también permitió escuchar el análisis de la periodista y profesora Naima Cochrane, de cuya mano se repasó la evolución de un género que “en sus orígenes no fue una entidad comercial sino que se propagó por el boca a boca, sin mover dinero real, a través de cassettes que se vendían en los coches”, hasta ser la industria de impacto y tentáculos globales que hoy mueve miles de millones de dólares y lo impregna, si no todo, casi todo.

“Ha sido contracultura pero ya no lo es, ahora es un pilar de la cultura popular”, dijo Cochrane, que compara a la situación del hip hop con una crisis de la mediana edad. A sus 50 empieza a peinar canas, tiene un Pulitzer (el de Kendrick Lamar), y “lo que en su día se bautizó como “la CNN de la América negra” y se supone que es la voz de la gente” ha crecido tanto que fuerza a plantearse “en qué punto se hace tan grande que no sabes de quién es la voz”.

Aún así Cochrane, como Jenkins, apuntaron sobre todo al potencial de un movimiento que ha estado marcado por la “innovación consistente” y el “espíritu emprendedor”, que ha batido a la marginalización a la que le sometió la industria durante años pese a su éxito comercial o a la imagen que también durante años la retrató como una peligrosa encarnación en sonido de la violencia. Y también Bucano está convencido de que es la fuerza de sus raíces la que ha dado al hip hop su resiliencia.

“Cuando las cosas siguen iguales mueren”, defiende. “Es una cultura fuerte, donde cada generación cambia la dirección. Y es tan popular que no puedes evitar que haya apropiaciones, que otros de fuera cojan elementos de aquí y de allá, pero siempre pertenecerá a los jóvenes que viven en comunidades marginadas, y sigue diciendo las verdades al poder, sobre falta de oportunidades, o de acceso a la educación, o de brutalidad policial. Eso sí es auténtico”, añade, “y permite al hip hop seguir siendo auténtico”.

“Lo importante”, asegura también Bucano, “son los próximos 50 años, cómo asegurar que sigue siendo relevante”. Y ese concepto también forma parte de los diez mandamientos de Jenkins. “Nuestro futuro no es nuestro pasado”, aseguró en Brooklyn, “tenemos que permitirle avanzar”.