La literatura contemporánea de la Roig
Son dos últimas imágenes las que recuerdo de Montserrat Roig. Una, su última rueda de prensa. Presentaba en un restaurante barcelonés, junto a la famosa iglesia redonda de la calle Ganduxer, su libro Digues que m’estimes encara que sigui mentida (Edicions 62). Montse Sabater, responsable de comunicación de la editorial, me recordó que no quería fotógrafos. Ya siempre iba con un sombrero que la hacía muy interesante. Fue una charla algo triste. Muy triste. O al menos la memoria me la describe así. Puede que la congoja de todos fuera por dentro. Roig habló de su vida y de sus libros. «Si me obligaran a poner en una balanza la vida y los libros, no sé que pesaría más», dijo. También habló de Barcelona, de la real y de la imaginada. Decía que se confundían. Se cansaba, pero su lucidez se mantenía intacta. Me sobrecoge pensar que ahora yo tengo dieciséis años más de los que tenía en aquella última rueda de prensa. Qué pronto se nos fue la Roig. Cuando murió, tenía 45 años.
La segunda imagen que recuerdo es del día de su entierro en el cementerio de Montjuïc. Los silencios tan punzantes, habituales en estas despedidas, se amortiguaban gracias a las vistas al mar de Barcelona que tiene ese lugar. Allí estaban todos sus amigos. El dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet dijo unas palabras frente al nicho donde descansan los restos de la escritora. De cara al Mediterráneo de su ciudad.
La obra de Montserrat Roig sigue presente en Catalunya. Reivindicada desde muchos ambientes literarios y sociales, su escritura nunca se fue. Pero en el resto de España sus libros se diluyeron. Estamos ante un redescubrimiento de su obra hecha de la mejor forma: con sus libros. Y eso es lo que está ocurriendo en pequeñas editoriales. La obra de una escritora que nació en 1946 y se muestra más contemporánea que nunca.
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