Si la tierra es una madre, los ríos son sus venas

El cerebro es un 70% de agua, la sangre un 80% y los pulmones un 90%

Joaquín Araújo.

Joaquín Araújo. / Marc Masmiquel Mendiara

Marc Masmiquel Mendiara

Nacemos en agua, en ese baño amniótico y luego nos zambullimos en una sorpresa cotidiana, bendita vida (gracias madres, por soportarnos). El agua nos define en todo: un adulto necesita unos 35 ml de agua al día por kilo (si pesas 70 eres 42 kg de agua, que no es moco de pavo). Como bien dice Joaquín: «Lo esencial de la vida siempre tiene condición maternal, siempre es femenino. Por eso creo que es un error que ‘árbol’ sea masculino, ya lo explicaba en el libro anterior. Y ahora con ‘agua’ ocurre lo mismo. Renuncio a la utilización del artículo masculino porque es algo femenino».

Octavio Paz daba vida a las imágenes que sus palabras sugerían, como en “donde el cielo llueve, y el agua canta y nacen paraísos”, y es desde la insinuación semántica donde un autor prolijo como Araújo despunta hasta un nivel difícil de describir, más sencillo vivirlo. Araújo es de sobras conocido, y si no lo conoces eso dice más de ti que no al revés. Es un naturalista como la copa de un pino, divulgador afamado, que junto con Félix Rodríguez de la Fuentepublicó la Enciclopedia Salvat de la fauna ibérica y europea, que no es poco.

Con más de 100 obras tras su pluma, miles de artículos, centenares de documentales, él es un adalid de la revolución agroecológica y un promotor con más de 75 años de la biodiversidad en todas sus expresiones, incluyendo la lírica. Pues si de un modo hay que conocer a Araújo es desde su sensibilidad despierta y vespertina. Ahora viene con un libro sobre el agua, pero extendiendo su potencial a cómo dice «el agua participa en todos los acontecimientos biológicos y en buena parte de los geográficos. Este libro aspira a regar las sensibilidades en busca de cómplices de la primera materia prima de la vivacidad. No solo a través del infinito repertorio de destrezas, funciones y regalos que el agua nos hace, sino también desde la suprema utilidad que nos reporta el bien más público. Sequías, contaminación, despilfarro, pero sobre todo el desastre climático está convirtiendo la sustancia más original del cosmos en algo cada día menos asegurado».

“Somos agua que piensa” es una defensa guerrillera y emocional de los ríos, cuna de todas las civilizaciones y de los océanos, es la única patria de la vida, el resto son inventos miopes de estirpes imaginadas. Lo vivo es hermandad, el resto es división y miedo.

Veamos, el cerebro es un 70% de agua, la sangre un 80% y los pulmones un 90%. El 70% del planeta está cubierto por agua. Para Joaquín, el agua es campeona: “Nutre, líquida, todas las diferencias siempre fluyendo” y combina un poder ecosistémico, marca el camino, crea ríos, es el Tao, es la oda vida de la supervivencia y el eterno panta rei (todo fluye). Pero está en peligro, llena de miserias del modelo productivo, circulan por nuestras venas microplásticos. Por eso necesitamos recordar lo que representa simbólica y objetivamente.

Portada del libro: Somos agua que piensa de Joaquín Araújo.

Portada del libro: Somos agua que piensa de Joaquín Araújo.

La oda es un poema lírico que trata lo que al poeta conmueve, en este caso “be water my friend”: una sustancia cuya molécula está compuesta por hidrógeno y oxígeno unidos por un enlace. Ante esta impoluta molécula se ha construido todo lo que nos deja vivir, comer, dormir y soñar. Adaptación, anticipación y uso correcto de las fuerzas, así evolucionamos y la excitante agua nos ha ido regando. Pero más de uno está como una regadera, pero no vinimos aquí, a esta separata cultural y remanso de letras y emociones sensibles a hablar de pazguatos, fariseos o banqueros, además pronto habrá elecciones, seamos sensatos no confiemos más que en las buenas personas que bien actúan, esa es la elocuencia transformadora, Araújo es una de ellas. Este preciosísimo texto -que me regaló mi amada madre- es más que una oda al agua a la que le debemos TODO, desde la vida: evolución, adaptación al medio, desarrollo y permanencia. Esperanza, por tanto, gota a gota, como las lágrimas de alegría y amor, que brotan de nosotros, como ese olor de tierra fértil mojada, húmeda, radiante de frescor, germinadora de las plantas. Y poco más se puede añadir. Joaquín lleva más de 4 décadas viviendo en el campo, de forma autosuficiente y alejado de todo, pero conectado con todo, con el bosque, árboles, agua y animales, en una comarca extremeña. Es un emboscado (bella palabra), pionero del ecologismo y la educación ambiental del oikos. Le cedo la palabra, para centrarnos en lo crucial: «La cosa más grave que ha pasado con el agua es que ha empezado a cotizarse en Bolsa. El agua es un bien público absoluto, hay que democratizar hasta las últimas consecuencias su gestión, el uso del agua. Todo lo relacionado con ella debe estar en el sector público, con un control exquisito. No nos insultemos llamando al agua ‘recurso’. Llamémosla vida. El agua es la base de la vida, el principio de todo lo que consideramos nuestra identidad individual, generalmente alejada de lo que se piensa. Nosotros estamos construidos por nuestros propios pensamientos, pero esos pensamientos son imposibles sin agua. Y cuando algo tan importante cae en las redes de la mercantilización, cuando la principal relación con el agua es desde el punto de vista económico, cuando se denomina al agua ‘recurso’ eso es un gigantesco insulto. ¡Por eso el título del libro! ¡Es que somos agua! Pocas cosas hay más dignas que el agua... La idea de todo esto, es decir: no se insulte usted a sí mismo, llamando al agua y llamándose a sí mismo ‘recurso’. Porque si cambiamos la percepción inicial, si entendemos que el agua es lo que nos deja pensar, sentir, y no sólo lo que te limpia y te riega el campo, si no la vemos como una mercancía más, todo cambia».

Así es, el agua está más que en la sopa, como en el 95% de los ojos con los que lees esta reseña acuosa. Necesitamos hacer las paces con el planeta agua y dejarnos de zarandajas, necesitamos fluir hacia una nueva realidad, seamos tenaces como la gota, el agua desgasta la piedra.

Suscríbete para seguir leyendo