"Yo flipo de vivir sin el teléfono", asegura Stella Constantino entre risas después de atender una de sus primeras llamadas después de haber traspasado el taxi y el número de teléfono móvil asociado al vehículo. Estos días estrena teléfono, estrena número, estrena coche limpio de carteles publicitarios, y, lo más importante, inicia los primeros días de su retiro tras muchas décadas de trabajo en Argentina y en Mallorca. Hasta hace poco vivía 24 horas diarias pendiente del móvil por si la llamaban para realizar un trayecto, por lo que ahora, el silencio del teléfono le transmite una gran sensación de tranquilidad y felicidad.

Stella, nacida en Argentina, llegó a Alaró en 2001 al conocer la posibilidad de alquilar un pequeño bar situado en la céntrica calle de Alexandre Rosselló de la localidad. Allí abrieron un cibercafé ella y su marido y día a día comenzaron a habituarse a la vida del pueblo al mismo tiempo que luchaban para sacar el negocio adelante. La cosa funcionó y todos sus hijos también llegaron para instalarse cerca de sus padres. "La verdad es que solo puedo tener agradecimiento para el pueblo desde el primer día hasta ahora. Todos mis hijos están trabajando aquí y tanto los años del bar como los del taxi todo el mundo se ha portado muy bien", afirma Stella.

Dos años después de su llegada, un día una clienta llamó desde el bar para conseguir un taxi, pero no hubo forma de localizarlo, y Stella le pidió a uno de sus hijos si podía acompañar a la señora. Se negaron a aceptar ningún pago, pero la clienta, agradecida, les animó a montar este otro negocio y recomendó el coche de Stella a sus amigos. Así que, casi sin querer, se encontraron tramitando todos los papeles para obtener la licencia.

Noches en vela

Han sido diez años intensos en los que ha logrado hacerse con un clientela fiel: "Sobre todo gente mayor para ir al hospital, o jóvenes que salen de marcha nocturna, aunque ahora menos, y extranjeros que pasan unos días en hoteles rurales o en fincas de esta zona". No se le borra de la memoria una gran fiesta de más de 300 personas en una possessió, "con principes y princesas", en la que no había otro coche disponible y tuvo que hacer trayectos toda la noche para llevar a esas personalidades a sus hoteles, muchos de ellos con un evidente exceso de alegría en el cuerpo.

Las llaves del taxi han pasado a manos de Óscar Granero que después de un año ejerciendo de taxista en Palma se ha hecho con la licencia de Stella, una de las tres con las que cuenta Alaró. Óscar asegura que "por lo que he visto, no hay mucha diferencia entre ser taxista en Palma o aquí". "Allí facturas más, pero los gastos también son mayores y te pasas el día dando vueltas", añade. Stella le anima: "Acá con tres viajes al día te puede ir muy bien", y Óscar asiente. Él vive cerca de Biniagual: "Si me llaman, en menos de diez minutos me tienen aquí".