Además de una tradición católica muy asentada en nuestra cultura, el belén puede ejercer de excusa para desarrollar un montaje artístico que provoque la admiración de un público que puede deleitarse ante la composición de las pequeñas figuritas del pesebre del mismo modo en que lo haría ante una obra de arte.

Es lo que ocurre a los clientes y visitantes de un conocido restaurante de Sineu, que ha alcanzado una merecida fama por la espectacularidad de sus pesebres desde hace ya 16 años. Los propietarios del establecimiento, los hermanos Joan e Isabel Bonnín, han elaborado este año un belén a partir de productos reciclados, además de ser los autores del pesebre que recibe a los visitantes en el vestíbulo del Ayuntamiento.

El belén situado en el bar se asienta sobre una superficie de quince metros cuadrados. La novedad reside en la utilización de grandes planchas de hierro salvadas del desgüace y ubicadas con criterio artístico en distintos puntos del nacimiento. Los techos de las diferentes casas y talleres, así como el del propio pesebre, están realizados con restos de bidones. Además, el popular musgo que tradicionalmente ha servido de base para los belenes mallorquines, también es reutilizado año tras año por los autores. La mayoría de figuritas que aportan vida al belén son móviles y realizan actividades típicas de la cultura agrícola isleña, como las matanzas, la elaboración del pan o la producción de leña. El pesebre incluye también un espacio destinado a los niños, elaborado por sus propios hijos.

Joan Bonnín, que ya ganó el concurso de belenes que organizó este diario el pasado año, explica que supone un "reto" para él la elaboración del pesebre, porque es mucha la gente que espera visitarlo cada Navidad. El secreto está en la "imaginación".