Opinión

Carta abierta a Felipe VI, Rey de España

La decisión de otorgar el título de ‘Real’ a la Acadèmi de sa Llengo Baléà ha alertado a casi toda la comunidad científica que se precie

El Rey Felipe VI en el Palacio de la Almudaina.

El Rey Felipe VI en el Palacio de la Almudaina. / EP

Señor, sabed que en estos casi seis años de colaboración con el Grupo Editorial Prensa Ibérica nunca he utilizado sus espacios de Opinión para lanzar mensajes directos hacia una persona. He concebido esta colaboración como una ventana. «Poner luces en un mundo oscuro», como me dijo en su día un gran amigo.

Hoy, muy a mi pesar, rompo esta regla. Y es que la decisión de la Casa de otorgar el título de ‘Real’ a la Acadèmi de sa Llengo Baléà ha alertado a casi toda la comunidad científica que se precie. Sabed, Majestad, que os han aconsejado mal. Los ahora por Vos reconocidos no tienen reconocimiento académico alguno. Primer y necesario paso para constituirse en dignos sucesores de Platón, fundador de la primera ‘Akademia’.

En segundo lugar, ( y si de verdad los partidarios de la «llengo baléà» quisieren de verdad devenir en referentes pedagógicos de su comunidad ) los antes citados deberían desarrollar una clara función pedagógica. Fundando escuelas, facilitando recursos a su profesorado, sufragando diccionarios ( del «báléà» al inglés o francés, por ejemplo)… Propagando la autenticidad de su aportación a la filología mundial en los foros más reconocidos a nivel internacional cuando hablamos de Filología Clásica y Románica: Bolonia, La Sorbona, Oxford, Salamanca, Barcelona y Coímbra. Promoviendo doctorandos en dichas catedrales del conocimiento. Estaría bien saber si sus respectivos rectores comparten la opinión de los informes que S.M. ha tenido a bien en consultar antes de la regia y problemática decisión.

Pero huyendo a la unidad de la lengua -vigente por sus diferentes Estatutos de Autonomía, que por cierto habéis ignorado- en diversas zonas de la antigua Corona de Aragón, su decisión pone en peligro otras derivadas. Quizás no os deis cuenta ahora mismo, pero el riesgo más inmediato puede venir de los países hermanos de América del Sur. Nuestras antiguas colonias. Y es que, sin quererlo, no sería de extrañar que hubierais activado la última secesión pendiente de Madrid. Que no es otra que la lingüística. Me explico.

Y es que no tendríais ningún argumento en contra si desde América Latina se promulgara la creación de una hipotética Academia de Lengua Hispana, independiente respecto a la Real Academia de la Lengua Española. Dejando sin sentido a la ASALE (Asociación de Academias de Lengua Española), hoy existente en gran parte de Latinoamérica. Academia de Lengua Hispana que pediría a todas las naciones hispanohablantes de América que modificaran sus respectivas Cartas Magnas. Petición justificada con los mismos argumentos que los promotores del «baléà» respecto al catalán. Es decir, que en el Nuevo Mundo siempre se ha hablado el chileno, argentino, uruguayo, paraguayo, boliviano, ecuatoriano, colombiano, venezolano, panameño, hondureño, salvadoreño, mexicano… Que, por supuesto, ya va siendo hora de dejar de arrodillarse ante los españoles, pues la ciudadanía suramericana tiene el derecho de tener un idioma propio y no extranjero.

Es muy posible, Majestad, que de haber leído las últimas líneas hayáis sonreído. Pero Señor, la confianza –o en su defecto, su exceso– puede ser el peor enemigo del gobernante. Ya lo avisó Nicola Maquiavelo: «el que no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente». Podría ser su caso, si me lo permitís.

Hay un último factor, Majestad, como para haceros reflexionar sobre la idoneidad de reconocer o no a según qué tipos de asociaciones o entidades. Es, justamente, vuestro papel como Jefe del Estado. Figura de convergencia y consenso entre todos los españoles y las españolas. No de desunión o polémica. Cualquier soberano que se precie debe pensar si sus acciones pueden ser motivo de comentario, chanza o burla. Pero, por encima de todo, un peligro para la Nación –eso es obvio- y la Monarquía, institución que representa.

Quizás vuestros asesores mallorquines no os lo hayan dicho. Pero sabed que vuestra decisión respecto a la «Acadèmi» fue un importante catalizador en el éxito de la manifestación a favor de la lengua catalana celebrada el domingo cinco de mayo en Palma. Cerca de veinte mil personas corearon consignas republicanas un soleado domingo por la tarde en Palma es más que sorprendente. Siendo sinceros: hacía noventa años que no ocurría. El motivo no ha sido otro que vuestra implicación en una cuestión política. Tomando partido, por cierto, por una opción minoritaria. Muy poco representativa de la comunidad balear, que tanto os aprecia.

Reflexionad y abrid vuestra mente. Abriros al Conocimiento, en mayúsculas. Vuelvo a los clásicos, en este caso a Michel de Montaigne: «la ignorancia no es una debilidad, es una elección». Rectificar no es un acto pusilánime, sino de prudentes. Así pues, este vuestro humilde servidor os ruega moderación. Sabiduría en el reinar. Cautela. No sería mal proceder, pues el revocar el reconocimiento ‘Real’ a la Acadèmi de sa Llengo Baléà.

No hacerlo os convierte en un político más. Quienes (ley de vida) tarde o temprano acaban fuera del poder.

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