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Lletra menuda

Barceló delega su dimisión

Siempre en el linde y pendiente de dar el último paso que nunca se produce. Biel Barceló ha adquirido fama de indeciso con una actitud inmóvil que, sin embargo, se afana en aparentar lo contrario, una firmeza que acaba siendo aniquilada por la fuerza de los acontecimientos.

El vicepresidente del Govern actúa en segunda persona. Por no hacer, hasta delega su recomendable dimisión en beneficio de la higiene, o cuando menos la ventilación institucional y política. Que dimitan otros. Los subordinados también están para renunciar en beneficio del jefe y protegerlo, se llamen Jaume Garau, Pere Muñoz o Pilar Carbonell. Siempre queda el último recurso del perenne Antoni Sansó.

La afección "personal y política" que le ocasiona la dimisión por investigación procesal de una directora general de Turismo, reciclada a contracorriente para Més por el mismo Barceló, no es motivo suficiente para reaccionar y actuar. Dimitir es una concesión que el conseller de Turismo no tiene intención de otorgar. "No pienso dar el gusto al PP" ha dicho el vicepresidente que se siente arropado por Armengol y su propio partido, Més, lo cual le otorga alas para reprochar a Podemos que aliente a la derechareprochar a Podemos que aliente a la derecha.

Todo se circunscribe al ámbito político. Salir de este círculo cerrado se vuelve peligroso. Puede abrir canales de coherencia y responsabilidad cívica.

El pecado de Carbonell, ahora desimputada por el caso de la gasolinera de Calvià, es haber dado demasiadas explicaciones a Bartolomé Cursach sobre el expediente de Megapark. No nos engañemos, no es la dimensión de la conversación intervenida, es la condición del interlocutor y su currículum. Aparte de la acción judicial, el asunto merece ser aclarado. Barceló tampoco puede inhibirse de ello.

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