La Vía de Cintura no es la enfermedad, sino el síntoma. La multiplicación de las carreteras que pretende la izquierda gobernante no traerá la curación. Al contrario, agravará el problema y solo pavimentará la autopista progresista hacia la irrelevancia electoral.
Mercedes Garrido es una de los escasos políticos de cierto mérito que ha traído la legislatura. Su tesis docta sobre el colapso de la Vía de Cintura es una cortina de humo, para disimular la vergüenza de que la izquierda promueva una nueva autopista de Llucmajor a Campos sin haber abordado ni uno solo de los problemas subyacentes.
Las carreteras a la mallorquina del Consell han traído atascos a la madrileña. La izquierda es más culpable que la derecha, porque prometió resolver un problema que no interesa a los conservadores. Gracias a las autopistas que los progresistas radicales promueven con los brazos abiertos, Mallorca convive ya con la densidad de población de las islas de Japón, de Filipinas o de Indonesia.
Parafraseando a Paco Martínez Soria, las autopistas no son para ti. Los indígenas siguen cayendo en la trampa de que las nuevas carreteras estaban pensadas para mejorar su calidad de vida. Los usuarios de la autopista de Inca, del Túnel de Sóller y en último lugar de la vía rápida de Andratx han comprendido bruscamente que no les construían una autopista a domicilio. Ahora descubren las virtudes de una isla asesinada y que conservaba la "unidad de escala" del arquitecto Sert. Todas las pesadillas asfaltadas convergen en la Vía de Cintura, el gran sumidero de Mallorca.
La economía de la isla ha pasado del monocultivo turístico al monocultivo demográfico. Para el Consell de Garrido, es muy cómodo abroncar a los mallorquines que se atreven a circular por una Vía de Cintura colapsada. Sería preferible que explicara por qué los ultraprogresistas no han tenido el coraje de evitar el insultante desembarco de cien mil coches de alquiler.
La mayor patraña establece que el colapso de la Vía de Cintura denota la pujanza económica de Mallorca. Pues bien, ayer mismo se supo que Balears es la segunda en aportar al Estado, hasta 2.670 euros por habitante. En cambio, desciende al nueve en reparto y al once en calidad de vida. ¿A qué se dedican las diez regiones menos densas donde se vive mejor que aquí?
