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La fiesta en paz

El Govern tienta a Podemos

El partido morado no quiso entrar en 2015 en un Ejecutivo comandado por los corruptos socialistas, ahora su líder quiere un hueco en el Consolat de la Mar

Alberto Jarabo sueña cada noche con una conselleria. B. Ramon

Las convicciones de algunos líderes regionales de Podemos son tan sólidas como las de Marx. Groucho Marx. De negarse a entrar por activa y por pasiva en un Govern en el que estuviera el PSOE, Alberto Jarabo ha pasado a defender la entrada en el Ejecutivo de Francina Armengol. Jarabo aún es secretario general de la formación morada en Balears, al menos hasta que en el mes de octubre Laura Camargo le lapide en la plaza pública -o en las votaciones internas del partido, para ser más precisos-.

En junio y julio de 2015, cuando se negociaba la formación de un gobierno de izquierdas para las islas, Podemos tenía poderosos argumentos para negarse a participar en un tripartito, aunque aceptaba darle apoyo desde el Parlament.

Primera razón. Podemos no podía entrar en un gobierno autonómico presidido por el PSOE porque, como todo el mundo sabe, "los socialistas han mostrado demasiadas veces en la práctica que son muy sensibles a las llamadas de los poderes económicos". Lo dijo Alberto Jarabo el 9 de junio de 2015, quien había detectado entre las bases del partido "un fuerte rechazo" hacia los socialistas.

Segunda. El gran líder Pablo Iglesias y sus huestes tienen "tolerancia cero con la corrupción" y pretenden acabar con "los recortes y promover un plan de rescate ciudadano". Y, que nadie lo olvide, los socialistas son los segundos clasificados, solo superados por el PP en corrupción en el conjunto del Estado (aunque la clasificación depende de quien la elabora). Además, fue el partido que abanderó los recortes cuando José Luis Rodríguez Zapatero, alertado por una llamada telefónica de Barack Obama, descubrió en mayo de 2010 que el mundo estaba en crisis y que había que adoptar medidas drásticas.

Tercera razón, y probablemente la más importante. En el horizonte acechaban las elecciones generales, que finalmente se celebraron el 20 de diciembre de 2015, y nadie debía moverse. A Pablo Iglesias no le interesaba que en campaña electoral se le pudiera asociar con el PSOE. Si votar a Podemos da el poder a Pedro Sánchez, ¿por qué no optar directamente por el socialista?, podían preguntarse muchos electores. Esta argumentación no se aplicó en el Ayuntamiento de Palma ni en el Consell, donde los impolutos políticos de Més y Podemos se hicieron la foto con los corruptos descendientes del otro Pablo Iglesias, el que no llevaba coleta, pero sí barba.

Finalmente, la elaborada estrategia de los politólogos del partido morado tuvo, vía repetición de elecciones el 26 de junio de 2016, como resultado más destacado la renovación del alquiler del palacio de la Moncloa a Mariano Rajoy.

¿Qué ha cambiado para que en dos años algunos planteen ahora la entrada de Podemos en el Govern? Los socialistas siguen acosados por los casos del corrupción del partido en Andalucía. Francina Armengol continúa presidiendo el Ejecutivo del brazo de Més y con respaldo parlamentario para superar sin excesivas heridas algunos sustos parlamentarios. Nadie en su sano juicio puede creer que si un día Pedro Sánchez llega a la presidencia del Gobierno asumirá las tesis podemistas y dará un giro radical hacia la izquierda en su partido. La experiencia demuestra que suele suceder lo contrario. Ahí están los ejemplos del griego Alexis Tsipras, del portugués António Costa o del mismísimo Emmanuel Macron.

¿Por qué quieren variar algunos dirigentes aquel principio inalterable de hace apenas dos años? Quizás pretenden demostrar ahora que tienen capacidad para asumir labores ejecutivas. Una forma de probar que, aparte de ponerse detrás de una pancarta y de pronunciar discursos para enardecer a las masas, son capaces de solucionar los problemas de los ciudadanos. Lo que un castizo diría con un refrán sobre la diferencia entre predicar y dar trigo. También podría responder a la idea de que Podemos se deje ver más allá del Parlamento y del plasma.

Sin embargo, lo más probable es que la verdadera razón sea la que, aparentemente en broma, esboza Alberto Jarabo: a algunos les han entrado las ganas de saborear los placeres del coche oficial.

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