Cuando la mujer descubrió que en el bolso que había robado a la juez había dos talones al portador, no se le pensó dos veces y acudió a una sucursal bancaria a cobrarlo. Allí presentó su documentación y al tratarse de un cheque al portador en la oficina bancaria no pusieron ningún problema para pagarle la cantidad en metálico. Cobró 600 euros. Sin embargo, a través de la documentación que presentó se la localizó y más tarde se la detuvo.