Jueces, fiscales y abogados tratan de aunar esfuerzos siempre que un menor acude a un juicio en calidad de víctima. Los profesionales de la justicia intentan que los perjudicados superen el difícil trago de comparecer en una sala y rememorar los abusos sufridos. La prioridad es la protección del niño o niña. Por ello, la vista oral siempre se celebra con un biombo que impide el contacto visual entre el acusado y el menor, así como cualquier tipo de comunicación. Es fundamental que el pequeño no vea al imputado para evitar que se sienta intimidado o condicionado por el adulto, con el que normalmente le ha unido una relación de confianza.

Además del biombo, existen otras posibilidades para velar por la intimidad y la protección del niño. En la mayoría de los casos, el tribunal o los jueces de lo penal deciden celebrar los juicios a puerta cerrada en el momento de la declaración o exploración del menor. La fiscalía también suele proponer cada vez más que esta prueba se practique a través de videoconferencia. Dependiendo de cada caso, de la edad del perjudicado, la gravedad de los hechos o las lesiones o secuelas que pueda padecer el niño, los magistrados deciden si tiene que declarar por videoconferencia o bien en la sala, detrás de una mampara de protección. Si los psicólogos que han tratado a la víctima aconsejan la primera opción debido a su estado emocional y las posibles consecuencias o el impacto que pueda sufrir, los jueces valoran esta posibilidad, si bien también tienen en cuenta la postura de la defensa, que normalmente prefiere que estos testigos comparezcan ante el estrado. La Audiencia de Palma ha escuchado el testimonio de menores a través de videoconferencia en casos como el de los padres de Llucmajor que fueron condenados por reiteradas violaciones, abusos y malos tratos a sus hijos o el juicio al presidente de una asociación de vecinos de Palma, acusado de someter a tocamientos íntimos a varias adolescentes y niñas.

En ocasiones, incluso el tribunal, el fiscal y los letrados personados en un caso han llegado a prescindir de las togas y de las corbatas durante la toma de declaración de un menor para hacerle más llevadero el trámite y que el niño se familiarice de forma más rápida con la sala y se sienta más cómodo. Luego, al preguntarle por hechos puntuales y por los abusos que padeció, tanto los fiscales como los abogados actúan con psicología. Lo habitual es tratar de ganarse la confianza del menor haciéndole preguntas banales sobre sus aficiones, juegos u otras cuestiones, para que la víctima supere la timidez inicial y empiece a hablar. El vocabulario que se emplea es muy sencillo y el tono, coloquial, suave y cercano, para que el perjudicado comprenda y se sienta lo más cómodo posible. Poco a poco, se van abordando las aspectos más delicados y se intenta que la exploración sea lo menos traumática posible.